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«Así pues, ¿Qué debemos hacer?» (Lc 3, 10)

Dar un traje al que no tiene si tenemos dos, compartir la comida que tenemos con quien no tiene. Casi a las puertas de la Navidad, la liturgia nos lleva a celebrar el domingo a Gaudete en este tercer domingo de Adviento. El nombre viene de la Carta a los Filipenses 4, que nos dice: «Vive siempre contentos en el Señor; lo repito, vivís contentos. El Señor está cerca». Y si tenemos cerca al Señor, ¿cómo no debemos estar contentos? Ya estamos casi en Navidad, las luces inundan nuestras calles, y con ellas las prisas, los encargos y también para muchos la nostalgia y la melancolía por los ausentes, por no tener lo más necesario, por la enfermedad propia o de los próximos, y así tantas otras causas de tristeza en medio de una joya que parece más general de lo que realmente es.

La alegría nos viene del Señor, de ese niño que está a punto de nacer de manera discreta, y esta alegría debe llevarnos a encomendarla a los demás, como nos dice san Pablo: la gente nos debe conocer como a gente de buen trato y contenta. Estos días muchas iniciativas nos brindan la ocasión de colaborar en llevar esta joya a los demás, a aquellos que no pueden disfrutarla porque les faltan muchas cosas. Es la ocasión de poder dar un traje al que no tiene si tenemos dos, o de compartir la comida que tenemos con quien no tiene. Siempre son buenas estas iniciativas y deberían transformarse en hábitos, de hecho sería necesario que nos ayudaran a transformar nuestros corazones y hacernos más solidarios y dispuestos a las necesidades y carencias de los demás.

Este tiempo de preparación hacia la Navidad, ese camino hacia Cristo debe ser una oportunidad para la conversión de nuestros corazones. La gente de aquel tiempo, del tiempo de Jesús, vivía en la expectación, se preguntaba si el Mesías no sería Juan el Bautista, tenía en cierto modo ilusión para recibir al Mesías. ¿No le habrámos perdido nosotros esta ilusión? ¿No habremos perdido el gozo de la fe? Miramos con esperanza y con ilusión hacia el futuro, vivimos con esperanza e ilusión este camino del Adviento para que nuestra alegría al celebrar la Navidad sea más llena, más sincera y brote del interior de nuestros corazones .

El Señor está cerca, es necesario que esto se note, es necesario que se traduzca en alegría, pero no una joya efímera y pasajera, de escaparate y convencional. Es necesario que sea una alegría que mueva nuestro interior, que le mueva el amor, que mande a nuestros corazones siguiendo aquel mandamiento que el que será ahora un niño débil, desvalido y anónimo, nos dará cuando su pasión se acerque: Amen a Dios ya los demás.

El mensaje de la Navidad es la alegría y no puede haber alegría sin amor, sin amar.

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