Hijo de inmigrantes italianos, el menor de 22 hermanos, el nuevo beato Eduardo F. Pironio nació en Argentina (1920) y murió en Roma (1998). Su beatificación el 16 de diciembre en el santuario de Nuestra Señora de Luján ratifica una vida de entrega a Dios y de servicio a la Iglesia con el espíritu del Concilio Vaticano II. Fue un pastor que supo unir el vigor de la reflexión teológica, la sensibilidad a los signos de los tiempos, la preocupación por los pobres y un estilo personal caracterizado por la cordialidad, la esperanza y el amor a la Virgen María. San Óscar Romero lo consideraba uno de los padres de la Iglesia latinoamericana.
Teólogo de prestigio, fue nombrado obispo auxiliar de La Plata en 1964. Participó en la Conferencia de Medellín (1968) como secretario general del CELAM, del que más tarde fue presidente. Fue también obispo de Mar del Plata (1972-1975). En 1975, Pablo VI lo llamó a Roma para que acompañara la renovación de la vida consagrada desde su cargo de pro-prefecto y luego prefecto de la entonces Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica (CIVCSVA). Juan Pablo II lo nombró posteriormente presidente del Pontificio Consejo para los Laicos (1984-1996) desde el que propuso instituir la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ). Murió a causa de un cáncer óseo, que lo mantuvo postrado los últimos cinco meses de su vida.
En su etapa como prefecto de la CIVCSVA (1976-1984) colaboró mucho con el Instituto Teológico de Vida Religiosa de Madrid y con la revista Vida Religiosa. Con motivo de su beatificación, la editorial Publicaciones Claretianas acaba de publicar dos libros. El primero —Eduardo Pironio. Pasión por la Vida Consagrada— agrupa sus intervenciones en siete Semanas Nacionales de Vida Consagrada. El segundo —Consagrados en la Iglesia— recoge las meditaciones que dirigió en unos ejercicios espirituales a religiosas.