Canción a la Asunción de María, inspirada en textos de los Papas
Y cantable con música de E. V. Matéu «Hemos conocido el Amor»,
Un gran signo_arriba se mostró: / ¡la Mujer vestida de Dios-Sol! / De Dios Padre_y de Dios Hijo / y_el Espíritu de_Amor, / que, cual Trino-Dios, a ella / se da_en don.
O bien:
Oh Mujer vestida de Dios-Sol, / dame_en tu misterio penetrar: / Virgen, Madre,_Esclava_y Reina, / Mediadora_ante_el Señor, / haz que_en ti se nos revele / Cristo_Amor.
1. Dícele_Isabel: «¡Oh Fiel! ¡Bendita tú!». / Gracias a su fíat vino_el Redentor. / Si_exultó cuando_iba_a darle_a él a luz; / más en su «nacer«, por él, a ver a Dios.
2. Al resucitar, primicia Cristo es / de los que, por él, han de resucitar; / mas, como su Madre sin igual le fue, / él, anticipando, resucítala.
3. Nos la muestra_el Salmo cuán radiante va / a la diestra del gran Rey Jesús Señor. / Tal como_a_ella_a todos se concederá, / con su_ayuda,_en su_Hijo, ver la faz de Dios.
4. San Juan vio_a María ya_en gozo_eternal / y_en arcano_alumbramiento con dolor: / ¡Es su_amor y_empeño por nos engendrar / en perfecto_amor a Dios y_en su visión!
Cf Juan Pablo II, Homilía 15?8?1983.
Audiencia general 21-8-1991: «Su Asunción, el día de su Resurrección, de su Pascua, la Pascua Mariana»; Ángelus 1?1?1985: «¡Madre de Dios! Para gloria del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo nosotros deseamos existir y obrar, vivir y morir, gozar y sufrir en tu Corazón materno»; Homilía en la solemnidad de Pentecostés 31?5?1998: «¡Veni, Sancte Spiritus! Oremos así con María, Santuario del Espíritu Santo, Morada preciosísima de Cristo entre nosotros, para que nos ayude a ser templos vivos del Espíritu y testigos incansables del Evangelio».
San Pío X, Carta Enc. Ad diem illum 2?2?1904 (BAC 128, Dm 496): «El apóstol san Juan vio a la Santísima Madre de Dios gozando ya de la eterna felicidad: «Vestida del sol, la luna a sus pies y coronada con doce estrellas» (Ap 12, 1). Y la vio también, sin embargo, en los dolores de un misterioso alumbramiento: «Estaba encinta y gritaba entre los espasmos del parto y el ansia de dar a luz» (Ap 12, 2). Ese alumbramiento es ciertamente el nuestro, que, retenidos aún en este destierro, necesitamos ser engendrados en el perfecto amor de Dios y en la eterna felicidad. Y el ansia de dar a luz manifiesta el empeño y el amor con que María, desde su trono celeste, vela sobre nosotros, procurando con perseverante intercesión llevar a plenitud el número de los elegidos».