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Las misiones nos comprometen a todos

Un año más, me alegra anunciar y celebrar la fiesta del DOMUND. Y lo hago en el mismo día que se produce. En otras ocasiones aviso la celebración de una determinada jornada el domingo anterior. Y lo hago con el fin de que cada uno se prepare interiormente y en todas las comunidades puedan organizar actos que ayuden a señalar los aspectos fundamentales de la jornada celebrada.

Parece que el DOMUND (y su Jornada) es tan conocido por todos que no importa tanto el momento del mencionado aviso. Todos saben que en este cuarto domingo de octubre la Iglesia nos propone la oración y la ayuda para las misiones y para los misioneros. Las primeras son espacios concretos en los que vive una comunidad cristiana que aspira a cumplir fielmente el mandato de Jesucristo en el evangelio. Los segundos son aquellos que, viviendo en nuestro mundo bienestante, marchan a predicar el Evangelio y a solidarizarse con la situación vital de los más pobres de la tierra. A unos y a otros les une un cordón de amor que se concreta en la ayuda constante para dignificar la vida ordinaria de millones de personas y posibilitar de algún modo la salida de la pobreza permanente. Es esto una exigencia permanente de todos los cristianos que deberíamos actuar del mismo modo en cualquier parte del mundo donde vivamos. Pero tiene una connotación especial cuando hablamos del llamado “tercer mundo” debido a las grandes carencias humanas (educativas, de salud, asistencia social…) y materiales (empresas industriales, ayuda al campo, trabajo/paro…) a las que se ven sometidos.

Seguramente habría que hacer también un elogio de muchas organizaciones con ayuda preferente a los grupos más desfavorecidos de nuestro mundo. Muchas de ellas en la misma línea de la cosmovisión cristiana con el objetivo último de la evangelización. “Id y predicad…”nos mandó el mismo Señor que lo hemos concretado en la manifestación del amor del Padre a toda la humanidad y en el servicio y ayuda material y espiritual a todos los pueblos. Entre nosotros es muy alto el nivel de credibilidad de personas y obras con una implosión caritativa tan fuerte. Las Obras Misionales Pontificias tienen un largo recorrido en la coordinación y distribución de las ayudas económicas. También en su constante petición de oraciones a toda la comunidad cristiana.

Un modo importante de unidad entre todos es la lectura del Mensaje que el Papa dirige a los católicos y a las personas de buena voluntad para el acontecimiento anual del DOMUND. Y la voluntad expresa de cumplir sus deseos que afectan a toda la Iglesia. El título que el papa Francisco le ha dado a su Mensaje de este año es el siguiente: “CORAZONES FERVIENTES, PIES EN CAMINO”. Los términos empleados favorecen su lectura y nos animan a desentrañar su contenido para preguntarnos qué querrá decir el Papa apelando al corazón y a los pies de cada seguidor de Jesucristo.

El texto se basa en la escena de Emaús. Dos discípulos se marchan desencantados de Jerusalén tras la muerte del Maestro. En el viaje de regreso se encuentran con un desconocido que les explica lo que ha ocurrido en la capital. Escuchando el relato se le enciende de entusiasmo el corazón y reconocen “al partir el pan” que el desconocido es Jesucristo. Tanto el Señor como el hecho de la Eucaristía vivida con Él, transforma los corazones de los discípulos y se ponen en camino para anunciar su presencia a todos los pueblos y en todas las generaciones. En todas las épocas ha pasado lo mismo. También en la actual que a nosotros nos compromete. Gracias al encuentro con Jesús nos cambia la vida para darlo a conocer con mucha alegría y para sentir su ayuda ante las dificultades, los desánimos, los fracasos… porque Él no abandona nunca a los que se ponen en camino.

+ Salvador Giménez Valls

Obispo de Lleida

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