Con este lema, celebramos este domingo el día del Domund, el día de los misioneros. Nuestra diócesis de Tarazona tiene en Bolivia, en Cochabamba, una presencia y acompañamiento en territorio de misión.
Cuando los apóstoles recibieron el mandato de “Id anunciar el Evangelio a toda la creación”, seguro que no preveía su alcance. La Iglesia ha llegado más allá del mundo físico que se conocía en aquellos momentos en los que vivió Jesús, está allí en todos los rincones del mundo porque nunca se ha parado y porque siempre ha sentido este “envío” como una necesidad, como una fuerza interior que supera todas las dificultades.
El lema de este año está tomado del relato de los discípulos de Emaús. San Lucas nos narra cómo descubrieron a Jesús resucitado en sus vidas y cómo eso les puso en camino de forma inmediata para dar testimonio de su encuentro con el Señor vivo. Este pasaje del Evangelio nos descubre el itinerario del misionero porque para poner los pies en camino es necesario tener el corazón ardiendo, lleno de esperanza en el amor de Dios, en Cristo Resucitado, en la fuerza de su presencia entre nosotros. Es también necesario sentir como propia la falta de esperanza del mundo, la necesidad de caridad, de trascendencia, de creer en el amor de Dios.
Los discípulos de Emaús realizan un doble viaje. Primero caminan en el desánimo y la desesperanza, sienten como propio el fracaso, están desconcertados. Es entonces cuando “el Señor toma la iniciativa de acercarse a los suyos y de caminar a su lado. En su gran misericordia, Él nunca se cansa de estar con nosotros, incluso, a pesar de nuestros defectos, dudas, debilidades” (mensaje del Papa Francisco, Domund 2023).
El Señor ilumina este fracaso con la Palabra de Dios, sembrando esperanza con su testimonio, porque tan importante es lo que cuenta el mensaje bíblico, como la forma cómo lo hace. Él mismo es el protagonista, es un testimonio de vida. Todo esto lo rubrica con algo que supera toda la tradición de los profetas, la “Fracción del Pan”. Lo habían vivido con Jesús y sólo con él, una sola vez, pero fue suficiente para reconocer al Maestro. Así se dieron cuenta de que a quien le ardiera su corazón no era una falsa ilusión, una simple sensación, si no que significaba la conversión que produce el Espíritu en cada persona. Y los pies que antes estaban
pesados, ahora, la noche es incapaz de callarlos, de frenar el corazón ardiente y lleno de esperanza. Comenzaba así el movimiento de los discípulos para que el evangelio llegará al fin del mundo.
Esto es lo que siguen haciendo nuestros misioneros, encender el corazón de muchas personas con el fuego que ellos sienten dentro, caminar al lado de los pobres, desesperados para aligerar su carrera con la esperanza de que Jesús está a su lado derramando su misericordia.
Agradecemos este testimonio. Hagamos que sientan nuestro apoyo con nuestra oración, nuestro donativo, con el ofrecimiento de nuestras limitaciones y dolores y, para el que pueda, siendo voluntario.
Felicidades a todos los misioneros.