Hoy la Iglesia celebra la fiesta de la Virgen de la Merced. Y lo celebramos también nosotros, nuestra diócesis, ya que es patrona de la provincia eclesiástica de Barcelona y nos sabemos y sentimos acogidos bajo su amparo y patronazgo
La historia nos remite al año 1203 con un joven, Pedro Nolasco, hijo de una familia de mercaderes de Barcelona. Él había visto el dolor y sufrimiento de muchos cristianos que eran llevados como cautivos de los sarracenos a tierras lejanas, con grandes sufrimientos y con peligro de perder la fe. Con esta situación, se sintió inspirado y movido a salir de sus seguridades y dedicar su vida a liberarlos. Y lo hizo bajo la inspiración de María, con esta advocación de la Virgen de la Merced.
En el mismo año, Pedro Nolasco, iniciaba en Valencia la redención de cautivos, liberando 300 presos con su propio patrimonio. A partir de ese momento, cambió su vida de comerciante y mercader en busca de esclavos cristianos, organizando expediciones para negociar redenciones de cautivos. Y todo esto, antes de que la noche del 1 al 2 de agosto de 1218, la Virgen María se le apareciera inspirándole la fundación de una orden religiosa dedicada a la redención de los cautivos.
La nueva orden fue laica en sus inicios. La primera ubicación la tuvieron en el hospital de Santa Eulalia, junto al Palacio Real, en Barcelona. Allí recogían indigentes y cautivos que volvían de tierras de moros y no tenían a dónde ir. Seguían la tarea que ya antes hacían de crear conciencia sobre los cautivos y recaudar dinero para liberarlos, y estaban acompañados con frecuencia de excautivos, ya que, cuando uno era rescatado, tenía la obligación de participar durante algún tiempo en este servicio.
En la edad media, “Merced” era sinónimo de Misericordia. La Misericordia de Dios con los más pobres y marginados que en aquellos momentos eran los presos. Ahora, en este momento de la historia que nosotros vivimos, vemos que sigue habiendo muchos cautivos. Algunos lo son físicamente como aquellos que San Pedro Nolasco se dedicó a liberar, otros muchos, sin embargo, son esclavos de otros tipos de esclavitudes y cadenas presentes en nuestra sociedad. Son hermanos y hermanas nuestros sometidos a todo tipo de situaciones terribles que hacen caer a muchos en la desesperación, que los llevan a perder la fe y que destruyen las familias. Algunos están en prisión, otros prisioneros y esclavos de sí mismos, otros son víctimas del poder de todo tipo de traficantes, con drogas, con personas, especialmente mujeres y niños. Otras son víctimas de abusos sexuales y abusos de poder, víctimas de la violencia de conciencia, víctimas de sectas destructoras de la persona, y tantos otros tipos de dominio y esclavitud. Sin olvidar las falsas promesas de felicidad de muchas ideologías en las que quedan atrapados tantos hermanos y hermanas nuestras.
Que María, Madre de Misericordia, la Virgen de la Merced, siga pendiente y velando por las necesidades de sus hijos, pero no olvidemos que lo quiere hacer a través nuestro, como lo hizo a través de San Pedro Nolasco, como lo hizo en Caná de Galilea: «Haced lo que Él os diga» (Jn 2, 5). No olvidemos nunca que la caridad, el amor cristiano, debe concretarse en gestos de entrega a nuestros hermanos, a través de los cuales el Señor y María, nuestra Madre, quieren hacerse presentes en el dolor del mundo. Gestos especialmente hacia los más necesitados. Así, es una buena ocasión para reflexionar sobre las actitudes hacia nuestros hermanos, especialmente los que más sufren en este mundo