Hoy, 9 de junio, se celebra el Día Internacional de los Archivos. San Dámaso, Papa de la Hispania romana, fue uno de los primeros creadores de archivo de la era cristiana, con su afán de conciliación ciencia-fe. Desde el siglo IV y por su iniciativa se creó el primer archivo eclesiástico de Roma, en la basílica de San Lorenzo in Damaso.
Sabido es, sobre todo para los historiadores, que cuanto más antigua y continuada en el tiempo haya sido su institución de origen, mayor importancia tendrán sus archivos para la investigación histórica. Sobra indicar que estas cualidades se han dado dan con preferencia en los Archivos de la Iglesia Católica, que desde sus orígenes continuó la tradición archivística de los pueblos antiguos tales como caldeos, asirios, judíos, griegos, e Imperio Romano. Fue para ella objetivo primordial conservar la memoria de su misión pastoral. Conocidas son las actas de los mártires por mencionar algún ejemplo. En el siglo VI y en tiempos del Papa Gregorio VII comenzó la tradición archivística propiamente vaticana y durante la Edad Media se sucedieron en la Iglesia algunos hitos de normativa archivística: cánones de concilios provinciales, recomendaciones, etc.
Pero la aparición de un cuerpo de legislación canónica específica no se produce hasta el Concilio de Trento, cuando da comienzo a una verdadera política de archivos, en especial de los parroquiales y los diocesanos, con sede éstos últimos en las catedrales, como sedes episcopales, sumándose a la tarea las órdenes religiosas: no debe olvidarse el papel tan importante que siempre ha desempeñado la Iglesia Católica dentro de la sociedad civil. Pronto estas directrices se convertirían en ley en España: el 12 de julio de 1564 Felipe II decretó oficialmente la ejecución de todo lo acordado en el Concilio. Se desencadenaría así de manera indirecta la extraordinaria actividad recopiladora de la denominada Etapa Imperial de la historia de la ciencia española, sin detrimento de archivística eclesial propiamente dicha p.ej.- la función espiritual de los documentos que acreditan indulgencias y gracias espirituales en general; administración de sacramentos, con sus registros si tienen parroquia, ceremonial y liturgia; y una no menos interesante recopilación de documentos relacionados con las misiones, enseñanza y redención de cautivos; hermandades, cofradías y beneficencia, y de las fundaciones piadosas, memorias, capellanías, aniversarios y sepulturas, de dotación de huérfanas, de educación, caridad y música, etc., etc., etc.
El efecto de las sucesivas desamortizaciones que el Estado ejecutó durante el siglo XIX sobre las instituciones de la Iglesia, hizo que muchos archivos y algunas bibliotecas civiles se vieran beneficiadas recibiendo fondos eclesiásticos en su mayor parte procedentes de las Órdenes religiosas, aunque también de catedrales, parroquias, hospitales y otros organismos de la Iglesia secular. Concretamente sobre la base de la documentación monástica se creó por R. D. de 28 de marzo de 1866 el Archivo Histórico Nacional, que sólo en su Sección de Clero reúne más de 30.000 unidades de conservación, donde destaca por su importancia el conjunto de pergaminos medievales. También proceden del mismo origen la mayor parte de sus libros de la Sección de Códices, los sellos y documentos de la Sección de Sigilografia, y las Secciones de Órdenes Militares y Jesuitas.