Bajo este lema el pasado 2 de febrero se celebraba la XXVIII Jornada Mundial de la Vida Consagrada, que coincide cada año con la fiesta de la Presentación del Señor
Con el lema «Aquí estoy, Señor, hágase tu voluntad» se celebraba la XXVIII Jornada Mundial de la Vida Consagrada, que coincide cada año con la fiesta de la Presentación del Señor, el 2 de febrero. Esta Jornada recuerda el don para la Iglesia y para el mundo de las personas consagradas «en su riqueza de modos y carismas, inspirados por el Espíritu Santo a través de la escucha y el discernimiento comunitario», como señalan los obispos de la Comisión Episcopal para la Vida Consagrada en su mensaje para este día.
Con motivo de dicha Jornada, este martes se ha celebrado un coloquio en torno al tema de este año. En él han participado Fr. Jesús María Galdeano, dominico, vicario para la Vida Consagrada de Pamplona; la Hna. María Teresa Pandelet, del monasterio de las Hnas. Clarisas de Ávila, y Carolina Sánchez, del Instituto secular Inmaculado Corazón de María.
Uno de los testimonios expuestos y desarrollados ha sido el de la Hna. Mª Teresa Pandelet, quien ha explicado su vocación y cuando pudo decir a Dios «que contase con ella. La intuición de que Dios pide algo más se va afirmando día a día. Surge el deseo de saber qué quiere», indica.
En este sentido señala que comprendió «que el sentido de todas mis búsquedas solo encontraría sosiego en la obediencia al proyecto de Dios sobre mí. Respondiendo en libertad y sabiendo lo qué me jugaba». Ha subrayado que han sido Francisco y Clara de Asís y la Comunidad de Clarisas de la ciudad de Ávila quienes han orientado y marcado su experiencia de seguimiento de Cristo. Y es, desde ese camino de contemplación y esas experiencias concretas, desde donde puede ofrecer su compromiso en la Iglesia y en el mundo.
La Hna. María Teresa Pandelet explica, con fuerza y pasión, que «quienes nos dedicamos a una vida íntegramente contemplativa fundamos nuestra existencia no en una ideología, sino en la fe y en el amor a Cristo». La religiosa contemplativa constata que «si algo tenemos de profundamente válido es que queremos vivir en plenitud la vocación cristiana fundamental: afirmar la primacía de Dios y expresarla en la propia vida con la mayor nitidez que nos sea posible. Ese es el sentido de la vida contemplativa. No hay otro. No hay que buscarle más trasfondo ni más legitimaciones».
También quiere dejar claro que «nuestro conocimiento de Dios es, pues, fundamentalmente experiencial»: su oración, en cualquiera de sus expresiones, no busca «saber de Dios» sino a Dios mismo. Esta tarea requiere silencio y reducción: clausura.
El mensaje de los obispos
Los obispos de la Comisión Episcopal para la Vida Consagrada con su lema «Aquí estoy, Señor, hágase tu voluntad» incluyen la plegaria evangélica con la actitud de quien se sabe llamado por Dios. Subrayan, que de este modo, la persona consagrada puede decir con plena conciencia y libertad: «¡Aquí estoy!».
Más aún, quieren señalar que el «¡Aquí estoy!», con toda su fuerza, se convierte en «¡Aquí estamos!». «No solo porque donde un cristiano dice «yo» está diciendo «nosotros», sino porque el nosotros eclesial y de Vida Consagrada del momento que vivimos nos invita a ofrecernos y disponernos a buscar, procurar y hacer la voluntad divina como comunidad, dentro del pueblo de Dios en camino», afirman en el mensaje.
Compromiso de cumplir la voluntad de Dios
En este sentido, indican que la segunda parte de la oración, el «¡Hágase tu voluntad!», encierra un compromiso profético para «Una Iglesia sinodal en misión». Porque cada persona consagrada «recibe el amor y la llamada del Señor y su respuesta de amor y disponibilidad es, a la vez, individual y comunitaria». También explican que «en esa respuesta se busca hacer la voluntad de quien llama, huyendo de caprichos personales y rechazando el pecado y, por supuesto, todo delito».
Por todo ello, son conscientes de que se han dado faltas graves en la Vida Consagrada «por las que no nos cansaremos de pedir perdón, reiterando al mismo tiempo nuestra voluntad de reparar integralmente a quien ha sido herido. En esto también se expresa el deseo de cumplir la voluntad de Dios».