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Este domingo celebramos la Pascua del Enfermo, día con el que culmina la campaña del enfermo de 2024; comienza el 11 de febrero y se extiende hasta hoy. El lema que nos ha conducido es “dar esperanza en la tristeza”, es una invitación a descubrir la necesidad que tienen las personas enfermas de recibir esperanza en medio de su debilidad.
Una de las primeras consecuencias de la enfermedad es el sufrimiento psicológico y emocional que causa; por esta razón el departamento de Pastoral de la Salud de la Conferencia Episcopal Española nos invita a tener gran sensibilidad con los enfermos, para que más allá de sus dolencias físicas, veamos su interior y descubramos este sufrimiento y con nuestra cercanía podamos colaborar para, como dice Jeremías, “convertiré su tristeza en gozo, los alegraré y aliviaré sus penas” (Jer. 31, 13). Empatizar con el enfermo, que sienta nuestro cariño es camino de curación y también de evangelización. Recuerdo cuando mi madre estaba en sus últimos momentos de vida la doctora que la atendía nos dijo, “estad cerca de ella, mostrar vuestro cariño porque donde no llega la medicina llega el amor”. Desde entonces para mí, es una prioridad mostrar cercanía y cariño al que está enfermo. Sé que es muy útil para él.
Nunca nos debe de asustar la enfermedad y mucho menos las personas enfermas. En esta línea no exhorta el Papa Francisco en el mensaje que nos envía para esta jornada “el primer cuidado del que tenemos necesidad en la enfermedad es el de una cercanía llena de compasión y ternura. Por eso cuidar al enfermo significa, ante todo, cuidar sus relaciones, todas sus relaciones; con Dios, con los demás, -familiares, amigos, personal sanitario- con la creación y consigo mismo”. (Mensaje del Papa Francisco para la Jornada del Enfermo).
Tenemos esta tarea entender al enfermo, sentir con él, ver su interior, estar a su lado, cerca de él y, como nos dice el mensaje, dar esperanza porque nadie es lo suficientemente fuerte en su enfermedad como para no necesitar compañía, comprensión y esperanza, él y los que están a su alrededor, para que nunca piensen que son una carga para los demás. Nuestro ejemplo es Jesús siempre cercano a los enfermos, dando vida y sembrando esperanza; muriendo y resucitando para que el dolor y la muerte queden vencidas para siempre.
Celebramos la Pascua del Enfermo porque queremos que la luz Pascual sea fuerza y esperanza para su vida. Quiero reproducir unas palabras de mi hermano en el episcopado, don José Luis Redrado, hermano de San Juan de Dios, en las que nos refleja con claridad la fuente de la esperanza “El hombre debe dar sentido al sufrimiento, debe saber por qué sufre y cómo debe sufrir para que tenga sentido esta realidad que es la vida. Una clave es el amor y la resurrección. La Cruz -sufrimiento- sin amor no tiene sentido. El Viernes Santo, sin domingo de Pascua, no tiene sentido, como tampoco el Domingo sin Viernes”. (Id y curad enfermos. San Pablo. P.93)
Os deseo una esperanzada Pascua del Enfermo a todos, a vuestros cuidadores y a vuestras familias.