“Llamó a los Doce y los fue enviando de dos en dos” (Mc 6,7). Así empieza el fragmento evangélico que se proclama hoy domingo en la celebración de la eucaristía.
Sí, “de dos en dos” es como el Señor nos envía siempre a irradiar por doquier la alegría del Evangelio. Nos envía. Somos “enviados” de Jesús. “De dos en dos”, en comunidad, fraternalmente, “caminando juntos”, nunca como francotiradores, sino en comunión, sinodalmente, como nos recuerda el Papa Francisco. Es muy peligroso el individualismo. Cuesta mucho trabajar en equipo. Todos juntos debemos ser más humildes. Tenemos que convencernos de que no siempre lo sabemos todo, que podemos aprender de los demás. Que debemos ir de dos en dos.
Esto de ir “de dos en dos” con Jesús asume un significado nuevo, no solo práctico. Jesús envía “de dos en dos” -explica San Gregorio Magno- para remarcar la caridad, porque con menos de dos personas no puede haber ninguna caridad. El primer testimonio que tenemos que dar de Jesús es el del amor recíproco. “En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os amáis unos a otros” (Jn 13,35).
El Señor es quien nos invita a ser una comunidad de hermanos, una gran familia de familias, el Pueblo Santo fiel de Dios, Iglesia que sale al encuentro de cada persona. Me gusta compartir con vosotros esta invitación que nos hace el Santo Padre cuando nos dice: “Salgamos, salgamos a ofrecer a todos la vida de Jesucristo (…), prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades” (Evangelii gaudium, 49).
Salgamos, sí, salgamos creyendo profundamente que lo que anunciamos es algo extraordinario. Salgamos experimentando que el Espíritu Santo nos precede. Salgamos dándonos cuenta de que cuando llegamos a un pueblo, Jesús ya está allí previamente antes que nosotros y nos está esperando especialmente en sus predilectos: los más pobres y desvalidos. Salgamos libres de cosas secundarias que impiden la misión. Salgamos con autenticidad, sin hacer comedia, sin ser burócratas, sin vivir el ser discípulos misioneros tan solo como un rol para unas pocas horas convenidas. Salgamos “caminando juntos”, sinodalmente, convertidos y transformados “por Cristo, con Él y en Él”. ¡Salgamos “de dos en dos”!