Está claro que la vida es siempre un gozoso riesgo. Aprender a vivir es aprender a sufrir.
Donde hay vida siempre hay conflictos, aunque la clave está en saber de qué parte nos ponemos en el conflicto, si de parte del problema o de parte de la solución. No es fácil tener la madurez de detectar los problemas. Hacer un buen diagnóstico para ponernos de parte de la solución, de buscar la solución, de vivir desde la solución. En la confianza de que vivo por Cristo, con Él y en Él.
Estoy convencido de que algunos no quieren buscar solución, porque les da más «gratificaciones» y más motivos para instalarse en la queja. Es que creen que la amargura es siempre o creen que es, así, más gratificante para su espíritu, para su vida, pues la queja como desahogo te satisface un instante, pero te deja sin vida y sin solución.
Estoy convencido de que estos tres puntos que voy sencillamente a plantear para buscar la solución a la luz del Evangelio y de la escucha del Magisterio de la Iglesia, sin eludir ni mirar a otro lado ante las dificultades y conflictos que se dan en la vida.
- La verdad nos hace libres cuando se vive con caridad. Quedarse mirando el dedo que indica la luna y no ir a lo que indica el dedo que es la luna, el objetivo central. Ser parte del problema, es no ir a lo esencial sino quedarse en las ramas y no ir al corazón. Ir al centro, al corazón para que haya vida y tenga vida con la savia.
No ir a lo central, a la solución, es irse por las ramas y que la savia se vaya por las ramas. Si estamos convencidos de que Cristo es la verdad que nos hace libres, se vive con caridad, como la solución a todos los problemas que tenemos. Hay que buscar una solución con verdad y caridad. - Ser parte del problema puede ser que nos quedemos en el, hasta convertirnos nosotros en el problema. Me consta que muchos quieren permanecer en el problema, ser parte del problema porque les da más gratificaciones, sobre todo afectivas. El permanecer en el conflicto y no buscar humildemente la solución, que siempre respira con dos pulmones, la centralidad de Cristo y el otro pulmón, el Magisterio de la Iglesia, que tiene la interpretación auténtica de la Revelación cristiana. Sin comunión con Jesucristo en su Iglesia no hay salida a los problemas para buscar la solución. Decimos en el salmo: «Aunque camino por cañadas oscuras, nada temo porque tu vara y tu cayado me sosiega», está es la solución.
- Desde Dios, la solución siempre es posible, cuando se vive con Espíritu de fe, esperanza y caridad. Tener la voluntad de saber del problema, del conflicto, para buscar la solución, es ponerse en camino libres de perjuicios y de «endiosamientos» para dejarse ayudar en el auténtico camino que conduce a la solución por Cristo, con Él y en Él. Solución que partiendo de los problemas, sabiendo que no es fácil, ni hoy ni nunca, ser coherente con el Evangelio, hay que saber que la solución siempre es posible buscando la verdad con diálogo y mucha escucha. Escuchar y ponerse en el ugar del otro, es no instalarse en el problema, sino el comienzo de la auténtica solución cristiana que estamos todos juntos llamados a buscar. No digamos aquello que contaba aquel director espiritual que decía como con mucha ingenuidad: «Es que aquí todos van a lo suyo, menos yo que voy a lo mío».