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Después de la Navidad

Este domingo, fiesta del Bautismo del Señor, cierra el entrañable tiempo de Navidad y empieza el llamado tiempo ordinario en el que los cristianos no olvidamos nuestra preocupación por continuar viviendo con autenticidad el gran regalo de la fe. Pero a todo final corresponde una acción de gracias. En primer lugar a Dios por concedernos un tiempo de alabanza y gratitud tanto a nivel personal como familiar y comunitario. Nuestra misión de cristianos nos invita de manera permanente a confiar en las acciones de Dios en nuestras vidas para servirle mejor y ayudar a las personas de nuestro alrededor en su búsqueda de felicidad.

En segundo lugar quiero dar gracias a todas las instituciones católicas, parroquias, comunidades religiosas, colegios, movimientos apostólicos, por su interés en mostrar y vivir el ambiente navideño: alegría, actos litúrgicos bien preparados, insistencia en el compartir con los necesitados, exquisita atención con los niños y adolescentes, trato amable con todos los que viven en soledad, participación en campañas solidarias…

De un modo especial quiero reconocer el gozoso esfuerzo de las familias por mantener las pequeñas costumbres y la inmensa tradición de la Navidad, desde la asistencia a las celebraciones parroquiales hasta las comidas familiares, donde se baraja el recuerdo y la oración por los que no están con la alegría de los presentes, desde los adornos y los “belenes” caseros hasta los regalos en el día de Reyes. Que no les arrastre la fiebre consumista y secularizadora de estos momentos en los que parece que celebrar la Navidad está pasado de moda o se esconde su representación de un modo vergonzante.

Hay una institución en nuestra ciudad, la Agrupación Ilerdenca de Pesebristas, que merece la gratitud de todos por sus iniciativas, cada año más numerosas, y por la enorme cantidad de horas de trabajo para llevar a término todo lo previsto, no sólo durante este tiempo sino a lo largo de todos los meses del año. La Agrupación está formada por un conjunto de socios dispuestos a colaborar en cualquier momento y, por la Junta Directiva, motor de todas las actuaciones y relacionada con todos los estamentos y autoridades locales. La pretensión que todos ellos tienen respecto al tiempo navideño es doble: por una parte vivir con coherencia y autenticidad lo que significa el Nacimiento de Jesús y, por otra que la ciudad, y la sociedad en general, no pierda externamente los avisos y reclamos de la Navidad; por supuesto que querrán algo más, como es ver disfrutar a todos en las distintas actividades centradas en Jesucristo y que no se pierdan las raíces de nuestra cultura y de nuestras costumbres. Están convencidos que la civilización que hemos recibido y que desarrollamos con los saberes actuales, no sería la misma sin las manifestaciones cristianas.

Estas fiestas vividas tienen una coloración infantil tanto en el seno familiar como en las calles, plazas y eventos organizados para su atención. Con este motivo agradezco la tarea de todos aquellos que dedican su tiempo a la educación de niños, adolescentes y jóvenes en las diversas modalidades y espacios, parroquias, colegios, centros de tiempo libre… Le pido a Dios que a todos ellos les conceda paciencia y fortaleza para atender sus preguntas, sus emociones, sus ilusiones y sus relaciones. Que no pierdan nunca la esperanza de que nuestra sociedad mejorará con las nuevas generaciones que nosotros educamos. No olvido a los educadores que enarbolan como una gran bandera su fe en Jesucristo y la transmiten con coraje, con tenacidad, con entusiasmo, a los más jóvenes. Lo hacen con palabras y, sobre todo, con su testimonio.

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