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‘Dignitas infinita’: teoría y praxis

*Jaime Ballesteros Molero es profesor de la Facultad de Teología de la Universidad Eclesiástica San Dámaso

La declaración del Dicasterio para la Doctrina de la Fe Dignitas infinita sobre la dignidad humana vuelve a poner en el centro de la reflexión este concepto básico en toda la enseñanza social de la Iglesia, y quiere responder al deseo expresado por el papa Francisco en la encíclica Fratelli tutti de prestar especial atención a las graves violaciones de la inalienable dignidad de tantos hombres y mujeres. Quiere ser un estímulo para una acción decidida en defensa de los derechos de los mismos. 

Así, encontramos en la primera mitad del documento una síntesis de los principios fundamentales y los supuestos teóricos que ayudan a superar las frecuentes confusiones del término dignidad, distinguiendo cuatro tipos: dignidad ontológica, moral, social y existencial; mientras que la segunda mitad desarrolla algunas de las violaciones más graves de la dignidad humana que encontramos en nuestro mundo. 

Ambas partes merecen una lectura atenta, pero hay que reconocer que, ante cuestiones tan dramáticas como las que se señalan en la segunda mitad, la praxis y lo concreto suelen primar frente a la teoría y lo abstracto. 

En efecto, la injusticia no suscita la necesidad de una reflexión sosegada sobre la naturaleza de la justicia, sino que nos impulsa la urgencia de la acción reparadora. Y es lógico. El mismo san Juan Pablo II recordaba que la doctrina social de la Iglesia no debe considerarse como una teoría, sino un fundamento y un estímulo para la acción. Y por ello, hoy más que nunca, la Iglesia es consciente de que su mensaje social se hará creíble por el testimonio de las obras antes que por su coherencia y lógica interna. Sin las obras, la teoría permanece estéril.

Pero no hay que olvidar que sin una teoría adecuada, las acciones pueden no responder al verdadero bien de las personas. Por eso, cuando queremos promover y defender la dignidad inviolable de cada ser humano, más allá de toda circunstancia, es fundamental tener una idea clara sobre el hombre, su dignidad, su vocación trascendente, sus derechos, sus deberes, etc. En definitiva, sin una antropología adecuada como fundamento, es probable que nuestras acciones en favor de la dignidad humana no respondan al verdadero bien del hombre. Nos guste o no, esta cuestión decisiva hoy no tiene una respuesta compartida.

En el ámbito académico, no solo hay diferentes concepciones de la dignidad humana, sino que hay teorías que consideran este un concepto oscuro y poco útil. Siendo preferible una fundamentación pragmática de los derechos humanos, por ejemplo. Además, cada vez es más frecuente que profesores de todas las etapas educativas comenten con sorpresa que un número creciente de alumnos no perciben con claridad la distinción entre la dignidad de un ser humano y la de un animal. No hay que olvidar que autores como Peter Singer ofrecen teorías que postulan que el valor de la vida humana varía, que un ser humano no es por definición una persona, que la persona se caracteriza por su racionalidad y autoconciencia, y por eso tiene derechos, pero hay seres humanos que no tienen autoconciencia ni racionalidad, como los embriones, los niños, algunos discapacitados psíquicos, enfermos en coma. Estos no son personas. Por eso, este autor critica la creencia en el valor sagrado de la vida humana. Más aún, este autor llega a defender la existencia de personas no humanas, como los chimpancés. Ciertamente, esta es una postura extrema, pero que refleja una mentalidad cada vez más extendida: que el creciente aprecio por la dignidad de los animales, cuando está desligado de la teología de la creación, a menudo esconde un olvido, cuando no un desprecio, de la dignidad humana.

Si no clarificamos adecuadamente el significado y el alcance de conceptos como la dignidad humana o los derechos humanos, continuaremos con la situación cada vez más frecuente de encontrar que en los debates morales, políticos y jurídicos, todas las partes en conflicto apelan a la dignidad y a los derechos humanos para defender posturas irreconciliables en temas como el aborto, la eutanasia, matrimonio homosexual, etc., pero con sentidos tan diferentes, cuando no meramente emotivistas, que en última instancia se hace imposible tener una gramática común para un diálogo moral y político. 

Hoy, más que nunca, como señaló Benedicto XVI, la cuestión social es una cuestión antropológica, y Dignitas infinita nos invita a afrontar esta cuestión en la teoría y en la práctica. 

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