Queridos hermanos y hermanas:
Espera y actúa con la Creación es la invitación que nos dirige el Papa Francisco con motivo de la Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación, que celebramos el próximo 1 de septiembre.
Con la única intención de que nuestra vida sea «canto de amor por Dios y cuidado de nuestra casa común», el Santo Padre pone su mirada en la carta que san Pablo escribe a los romanos (cf. Rm 8, 19-25), donde el apóstol de los gentiles se concentra en la esperanza cierta de la salvación por medio de la fe, «que es la vida nueva en Cristo».
Esta invitación clara a vivir según el Espíritu para esperar y actuar en consonancia con la Creación, y a hacerlo más adentro aún del corazón de Cristo, implica «vivir una fe encarnada» que, en palabras del Papa, «sabe entrar en la carne sufriente y esperanzada de la gente». En Jesús, el Hijo eterno hecho hombre, «somos verdaderamente hijos del Padre». Un gesto que nos invita a ser todos uno en el Amor, amándonos como Él nos ama (cf. Jn 13, 34-35) para hacer del Evangelio el único camino de verdadera salvación.
Hemos de renacer cada día, y no solo del agua y del espíritu, sino «de toda palabra que sale de la boca de Dios» (Mt 4, 4). A veces con gemidos, otras en silencio, pero siempre con un profundo anhelo de amor.
La Creación entera gime (cf. Rm 8,19-22), los cristianos gimen (cf. vv. 23-25) y gime el propio Espíritu (cf. vv. 26-27), revela el Santo Padre en su mensaje para esta Jornada. Por ello, toda la Creación «está implicada» en este proceso de un nuevo nacimiento. Un gemido que espera la tan ansiada liberación: «Se trata de un crecimiento escondido que madura, como “un grano de mostaza que se convierte en un gran árbol” o “levadura en la masa” (cf. Mt 13, 31-33)». Los comienzos son insignificantes, manifiesta, «pero los resultados esperados pueden ser de una belleza infinita».
Porque el amor a Dios y a los hermanos nos mueve a promover la naturaleza que Él mismo nos ha legado para que la cuidemos, la protejamos y la hagamos fecunda.
A menudo me estremezco al contemplar los hermosos paisajes de Castilla, o las puestas de sol en la calma serena del atardecer. Es el reflejo de la belleza de Dios, plasmada en la obra de sus manos que genera en nosotros el agradecimiento profundo y la admiración que estremece, capaz de calmar cualquier corazón desolado o en ruinas.
Cuántas veces nos arrepentimos de no apartar por un instante nuestras ocupaciones para contemplar la belleza que el Creador ha hecho surgir a nuestro alrededor.
El cuidado de la creación, insiste el Papa en su carta, «no es sólo una cuestión ética», sino también «eminentemente teológica», pues «concierne al entrelazamiento del misterio del hombre con del misterio de Dios». Este detalle, que «se remonta al acto de amor con el que Dios crea al ser humano en Cristo».
Ponemos la Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación, que celebraremos el próximo domingo, en las manos de María. Y así como todos somos llamados por el Padre para labrar y cuidar su admirable jardín (cf. Gn 2, 15), no podemos olvidar que la salvación del ser humano en Cristo es, también y como afirma el Santo Padre en su mensaje para esta Jornada, «esperanza segura para la Creación».
Con afecto, pido a Dios que os bendiga.