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Domingo V de Pascua, C, (27-4-2013), con homilías de Juan Pablo II y Benedicto XVI

Domingo V de Pascua, C, (27-4-2013), con homilías de Juan Pablo II y Benedicto XVI

Textos recopilados por fray Gregorio Cortázar Vinuesa

 NVulgata 1 Ps 2 EBibJer2ed (en) – Concordia y ©atena Aurea (en)

(1/3) Juan Pablo II, Homilía en la parroquia de San Gregorio VII 27-4-1986 (it)

«1. “He aquí que hago nuevas todas las cosas” (Ap 21, 5).

Hay algunos lugares particulares a los que nos guía la liturgia del tiempo pascual. El primero de ellos es el Cenáculo de Jerusalén (…). A él están vinculados los principales acontecimientos pascuales: la última Cena y la institución de la Eucaristía; la primera aparición de Cristo a los Apóstoles tras la Resurrección la tarde del primer día “después del sábado” de la Pascua; la segunda aparición del Resucitado para convencer a Tomás; y luego, después de la ascensión del Señor, la presencia de la comunidad apostólica en oración juntamente con María, la Madre del Señor, en espera del Consolador; y finalmente, Pentecostés, la venida del Espíritu Santo.

El Cenáculo se convirtió en lugar de ocultamiento, donde maduraron los comienzos pascuales de la Iglesia. Luego se convirtió en el lugar de un nuevo éxodo del Pueblo de Dios de la Nueva Alianza por el mundo. Justamente pueden grabarse en este lugar las palabras del Apocalipsis: “He aquí que hago nuevas todas las cosas”.

2. Al Cenáculo está vinculado también el Sermón de despedida de Cristo, del que hemos leído un pasaje en la liturgia de este domingo. Es un hecho significativo que precisamente después de la salida de Judas del Cenáculo, Cristo hable de la glorificación de Dios en su humanidad, y también de la glorificación del Hijo por el Padre.

Y estas palabras las dice precisamente cuando el apóstol traidor inicia las actividades que llevarán al prendimiento de Jesús, precisamente en el momento en que su pasión y muerte están ya decididas. Humanamente no podrían esperarse semejantes palabras, porque todo lo que va a suceder será, humanamente, una negación de la glorificación de Cristo, su radical abajamiento y despojo.

Sin embargo, las palabras de Jesús no se prestan a las medidas humanas; comportan la medida del misterio divino. En la cruz de Cristo será glorificado Dios como Amor y Verdad, como Justicia y Misericordia. También Dios glorificará a Cristo, y el signo de esta glorificación será su resurrección “el tercer día”.

Cristo, pues, en tales circunstancias, dice esas palabras tan insólitas y, simultáneamente, tan llenas de otra verdad: la verdad divina y salvífica. Con esas palabras él “hace nuevas todas las cosas”.

3. La liturgia del tiempo de Pascua se inspira además abundantemente en los Hechos de los Apóstoles. Hoy seguimos el camino apostólico de Pablo y Bernabé por las diversas ciudades del Oriente Medio donde se comienza a anunciar el Evangelio y nace la Iglesia.

Este desarrollo gradual del Evangelio y de la Iglesia es fruto del misterio pascual que se realizó en Jerusalén. Los acontecimientos, vinculados al principio con el Cenáculo, tienen su continuación orgánica precisamente en estas rutas de la primera evangelización testimoniada por los Hechos de los Apóstoles.

Solo con la fuerza de Cristo crucificado y resucitado, con la potencia del Espíritu Consolador, los Apóstoles y los discípulos apostólicos pudieron anunciar que “es necesario pasar por muchas tribulaciones para entrar en el reino de Dios” (Hc 14, 22). En efecto, Cristo mostró a todos este camino. La Iglesia nacía en los corazones, nacía en las nuevas comunidades, nacía en cada lugar de su misterio pascual, de la cruz y la resurrección.

4. Así ha sido a través de las generaciones. Y nosotros (…) vivimos de la heredad de este nacimiento salvífico de la Iglesia (…).

6. Hoy debe revivir en nosotros de modo particular el recuerdo del Cenáculo y de las palabras que el Señor Jesús dijo allí. Leemos en el Evangelio de hoy: “Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros como yo os he amado. La señal por la que conocerán que sois discípulos míos será que os amáis los unos a los otros” (Jn 13, 34-35).

Este precepto de la caridad hay que recordarlo siempre y vivirlo (…). “La señal por la que conocerán que sois discípulos míos”: la recíproca fraternidad, conocimiento, estima, colaboración, entendimiento; es decir, si hay en todos vuestros esfuerzos una unidad juntamente con una serena armonía y celo con la intención de servir al Señor, buscando el bien de las almas: “Que os améis los unos a los otros como yo os he amado” (…).

8. Hay todavía otro libro en el que se fija la liturgia del período pascual, es el Libro del Apocalipsis de san Juan. El libro de los “últimos tiempos”. La resurrección de Cristo dio comienzo históricamente a la evangelización apostólica y a la Iglesia, y a la vez se convirtió en el comienzo del “último cumplimiento” de todo en Cristo. Así pues, principalmente en el tiempo pascual la Iglesia renueva su conciencia de existir en la “dimensión escatológica”, en la dimensión del cumplimiento definitivo.

En la segunda lectura de la Misa de hoy, el último cumplimiento de las cosas se nos presenta como el momento de la suprema y definitiva alegría de la ciudad santa, la Iglesia, la nueva Jerusalén.

Fue creada y querida por el Corazón de Dios para este último y eterno momento. Ella, pues, “desciende del cielo”, de Dios, porque es fruto del amor y de la iniciativa divina, fruto de la gracia que coronará toda la historia humana. “Arreglada como una novia que se adorna para su esposo” (Ap 21, 2), porque la Iglesia se cumplirá en el momento definitivo de la alianza, y en ella será llevado el amor a su perfección, a su plenitud.

Todas las lágrimas derramadas a lo largo de la historia, como todas las lágrimas de los hombres causadas por el mal, por la culpa y la maldad, desaparecerán; pues Dios mismo, “Dios-con-ellos”, enjugará el llanto, siendo él mismo la alegría plena de cada uno de los hombres.

La maravillosa página del Apocalipsis nos dice que en la mente de Dios el hombre está destinado a este gozo pleno sin ocaso, cuando sea definitivamente liberado como por una nueva creación: “He aquí que hago nuevas todas las cosas”.

9. (…). Somos la Iglesia peregrina. Nos encontramos en el camino de la Jerusalén celestial, hacia esa definitiva “novedad del cielo y de la tierra” que viene de Dios juntamente con Cristo crucificado y resucitado.

Y el camino hacia lo que es “nuevo” en Cristo nos invita a pasar a través del mandamiento del amor. Efectivamente, también este es un mandamiento “nuevo”: “Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros como yo os he amado”.

Acojamos este mandamiento. Renovemos en nosotros su fuerza. Respondamos a las múltiples exigencias que nos propone. Hagamos todo lo posible para cumplirlo en nuestra vida.

De este modo el misterio pascual de Jesucristo impregnará constantemente la realidad, toda la realidad, incluso la normal, cotidiana, y sin embargo siempre “nueva”. Nueva con la potencia de la cruz y la resurrección de Cristo. Y así seremos “su pueblo” y él será “el Dios-con-nosotros” (cf Ap 21, 3)».

(2/3) Juan Pablo II, Audiencia general 28-6-2000 (ge sp fr en it po): “La Jerusalén celestial”.

(3/3) Juan Pablo II, Homilía 13-5-2001 (ge sp fr en it po), con ordenaciones sacerdotales.

LA PALABRA DEL PAPA.– «Jesús, al dar a Simón (…) el título, más aún, el don, el carisma de la fuerza, de la dureza, de la capacidad de resistir y sostener –como es precisamente la naturaleza de una piedra, de una roca, de un peñasco–, asociaba el mensaje de su palabra a la virtud nueva y prodigiosa de este apóstol, que había de tener la función, él y quien le sucediera legítimamente, de testimoniar con incomparable seguridad ese mismo mensaje que llamamos Evangelio» (Pablo VI, Audiencia general 3-4-1968 fr it). «El mensaje de Cristo, de generación en generación, nos ha llegado a través de una cadena de testimonios, de la que Nos formamos un eslabón como sucesor de Pedro, a quien el Señor confió el carisma de la fe sin error» (Pablo VI, Homilía 20-9-1964 it). «Junto a la infalibilidad de las definiciones “ex cáthedra”, existe el carisma de asistencia del Espíritu Santo concedido a Pedro y a sus sucesores para que no cometan errores en materia de fe y de moral y para que, por el contrario, iluminen bien al pueblo cristiano» (Juan Pablo II, Audiencia general 24-3-1993 sp it). «Al escogerme como Obispo de Roma, el Señor ha querido que sea su Vicario, ha querido que sea la “piedra” en la que todos puedan apoyarse con seguridad» (Benedicto XVI, Homilía en la capilla Sixtina 20-4-2005 ge sp fr en it lt po).

LOS ENLACES A LA NEO-VULGATA.– «Esta edición de la Neo-Vulgata puede servir también (además de especialmente para la liturgia) para que la tengan en cuenta las versiones en lengua vulgar que se destinan a uso litúrgico y pastoral, y (…) como base segura para los estudios bíblicos» (Juan Pablo II, Constitución apostólica Scripturarum thesaurus 25-4-1979 ge sp fr en lt po). «La palabra sagrada debe presentarse lo más posible tal como es, incluso en lo que tiene de extraño y con los interrogantes que comporta» (Benedicto XVI, Carta al presidente de la C.E. Alemana sobre un cambio en las palabras de la Consagración 14-4-2012 ge sp fr en it pl po).

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