Nuestra Diócesis quiere promover este curso la acogida, la escucha y el acompañamiento, potenciando espacios de acogida y experiencias de acompañamiento. Es fundamental para nuestra acción pastoral y misionera escuchar y acompañar humana y espiritualmente a las personas para llevarlas al encuentro personal con Cristo vivo, así como para ayudarlas a crecer en la fe y vida cristiana, y discernir, acoger y vivir la llamada o vocación que Dios tiene para cada persona. También los matrimonios y las familias necesitan ser acompañados para ayudarlos a descubrir la belleza del matrimonio y a vivir con alegría su vocación matrimonial y familiar. Y lo propio se puede decir de los grupos y de las comunidades parroquiales.
Para llevar a cabo este objetico necesitamos acompañantes debidamente formados. El papa Francisco nos pide iniciar a sacerdotes, religiosos y laicos en el ‘arte del acompañamiento’ (cf. EG n. 169). Acompañar es un arte que ha de ser aprendido.
Para este fin necesitamos antes de nada tener la experiencia de ser acompañados. Es la base para el arte del acompañamiento. No podrá ser un buen acompañante quien no ha tenido o tiene la experiencia de un buen acompañamiento. Hay que conocerse a sí mismo para comprender al otro, y comprender para acoger y amar, evitando protagonismos y paternalismos
El arte del acompañamiento pide aprender la virtud de la escucha auténtica. Hay que saber escuchar en profundidad, y dejar hablar sin juicios ni prejuicios. Muchas personas necesitan y desean ser escuchadas. Pero escuchar no es tan sencillo. No es lo mismo que oír. Tendemos a dar enseguida buenos consejos. La escucha debe ayudar a descubrir cada realidad y profundizar en ella, en el convencimiento de que es posible salir de la situación, y que es posible la superación y la transformación personal y comunitaria. Hemos de reconocer nuestros límites y aceptarlos. En el acompañamiento son también necesarias las virtudes de la humildad, la fortaleza y la paciencia.
El acompañamiento ha de ser preventivo, sanador y misericordioso. Se necesitan también espacios de apertura, de amistad y de fraternidad, que favorezcan el encuentro con Cristo vivo. En el acompañamiento ha de reinar la corresponsabilidad. El acompañado es quien, con la ayuda del acompañante y la acción del Espíritu Santo, ha de tomar su vida en sus manos y tomar personalmente las decisiones oportunas. Todo acompañante ha de estar formado y dotado de habilidades prácticas y conocimientos específicos. Para ello ofreceremos, entre otros, talleres y prácticas sobre el acompañamiento para todos y formación permanente a los sacerdotes