La creación de imágenes falsas de contenido sexual con rostros de menores hizo saltar las alarmas en las últimas semanas en Extremadura. Son muchas las familias que han denunciado la difusión de fotos de sus hijas creadas con inteligencia artificial. Ante esta situación, el arzobispo de Mérida-Badajoz ha mostrado su preocupación por estos hechos en un artículo publicado en los medios diocesanos a través del que ha pedido que la tecnología esté al servicio de la persona.
«A la preocupación y dolor común, añado mi dolor personal por estos hechos. Primero por las chicas a las que se ha ofendido de forma tan grave, y no solo por ellas, también por sus padres. En segundo lugar, por los menores responsables de los hechos y sus progenitores», ha escrito.
El prelado ha recordado también las enseñanzas del Catecismo de la Iglesia Católica, que dice que «la ciencia y la técnica están ordenadas al hombre que les ha dado origen y crecimiento; tienen, por tanto, en la persona y en sus valores morales el sentido de su finalidad y la conciencia de sus límites». Y ha agregado Morga: «Si la tecnología y nuestra relación con ella no está regida por normas morales, se vuelve contra la persona humana».
En este sentido, el arzobispo ha señalado que la Iglesia tiene algo que hacer en este campo. En primer lugar, seguir trabajando en la formación integral de los niños y jóvenes en la catequesis y hacer de ellos «buenos cristianos y honrados ciudadanos». «No podremos construir un mundo mejor si, en ese mundo, Dios está ausente. En esta enseñanza tienen un especial papel los padres y las familias cristianas; una enseñanza que gana posibilidades de éxito con el ejemplo de vida, que se transmite como una segunda piel a los hijos», ha subrayado.
También ha reivindicado la responsabilidad social, pues «no vivimos aislados, no somos seres individuales sin relaciones sociales ni familias que van por libre». «La sociedad es un tejido de relaciones que funciona bien si el tejido es de calidad y se entrelaza con maestría», ha explicado, al tiempo que ha reconocido que la publicidad, los mensajes de los medios de comunicación y las propias conversaciones «desprecian todo aquello bueno que, cuando no está, produce escándalo y mucho dolor».