El arzobispo madrileño ha presidido la Misa en honor de san Isidro en la Real Colegiata dedicada al santo patrón de Madrid
Solo Dios es capaz de saciar de verdad la sed de trascendencia de sentido y solo poniéndolo a él en el centro, es posible que la sociedad de hoy, que navega en las aguas turbulentas de la guerra y los enfrentamientos, pueda alcanzar la convivencia.
En primer lugar, el purpurado ha realizado un análisis de la situación, marcada por la polarización que es, en su opinión, «una actitud que se va consolidando, desgraciadamente, llevando a enfrentamientos y tensiones entre todo tipo de grupos sociales. Ocurre en nuestro país y en nuestra sociedad, donde tan fácil es hoy en día levantar muros, trazar líneas para aislarnos unos de otros, sepultar al otro, sea el que sea, bajo avalanchas de descalificaciones».
Ocurre también, ha continuado, en la propia Iglesia, «donde a menudo estamos muy lejos de vivir la fraternidad que anunciamos y a la que nos llama Jesús». «Nos miramos con sospecha. Nos juzgamos con dureza. Nos criticamos con malicia. Es un poco como si estuviéramos enfadados unos con otros, y el enfado estuviese adueñándose del mundo», ha agregado.
Y eso sucede, porque nos hemos alejado del tronco común que es Dios, y hemos caído en manos de ídolos que nos ofrecen plenitud, pero no nos la dan: «Porque el hambre y sed de sentido y trascendencia, tan universal, se está intentando saciar con alimentos que nos dejan vacíos y no colman como prometen. Porque miramos a Dios, pero no dejamos que nos interpele y cambie el corazón de verdad».
En este sentido, ha lamentado que muchas veces el centro lo ocupen ídolos «que nos entretienen, pero no nos llenan, nos seducen, pero no nos dan la libertad que anuncian, nos entusiasman para después dejarnos vacíos». Esos ídolos son, según el arzobispo, el poder, la ideología, el bienestar y la seguridad, el culto a la imagen, la riqueza, el egoísmo…
Por eso, ha pedido a los fieles que vuelvan a poner en el centro a Dios. «Hoy, más que nunca, necesitamos volvernos al mismo Señor y ponerlo a él en el centro. San Isidro, trabajador, padre y esposo, vecino y miembro de la Iglesia de Madrid, hombre de Dios, pendiente de los otros, nos ilumina y dice que es posible. Que merece la pena este camino de llevar vida a todos y conduce a la eternidad que Dios regala».