El patriarca latino de Jerusalén ha enviado una carta a toda la diócesis en la que analiza la situación que se está viviendo en esta zona
El cardenal Pierbattista Pizzaballa, patriarca latino de Jerusalén, ha emitido una carta a su diócesis con motivo de la situación que se está viviendo en Israel. Indica que «estamos atravesando uno de los períodos más difíciles y dolorosos de nuestros tiempos y de nuestra historia reciente. Desde hace más de dos semanas, nos hemos visto inundados de imágenes de horrores que han vuelto a despertar traumas antiguos, han abierto nuevas heridas y han hecho estallar dentro de todos nosotros el dolor, la frustración y la ira».
Pizzaballa añade que «el mundo entero ve esta Tierra Santa nuestra como un lugar que es causa constante de guerras y divisiones. Precisamente por eso fue bueno que hace unos días el mundo entero se uniera a nosotros en una jornada de oración y ayuno por la paz. Fue una hermosa vista de Tierra Santa y un momento importante de unidad con nuestra Iglesia. Y esa visión sigue ahí».
27 de octubre, segundo día de oración y ayuno
El próximo 27 de octubre, el Papa ha convocado un segundo día de oración y ayuno, para que la intercesión continúe. El patriarca explica que «será un día que celebraremos con convicción. Quizás sea lo principal que podemos hacer los cristianos en este momento: orar, hacer penitencia, interceder. Por esto agradecemos al Santo Padre desde el fondo de nuestro corazón».
De igual manera expone que «los intensos y continuos bombardeos que han estado azotando Gaza durante días sólo causarán más muerte y destrucción y sólo aumentarán el odio y el resentimiento. No solucionará ningún problema, sino que creará otros nuevos. Es hora de detener esta guerra, esta violencia sin sentido. Se trata de tragedias que no se pueden comprender y que tenemos el deber de denunciar y condenar sin reservas».
Añade que «la palabra de Jesús es un estímulo. No dice que vencerá, sino que ya venció. Incluso en la agitación venidera, los discípulos podrán tener paz. No se trata de una paz irénica teórica, ni de resignación ante el hecho de que el mundo es malo y no podemos hacer nada para cambiarlo. Se trata más bien de tener la seguridad de que precisamente dentro de todo este mal, Jesús ya ha vencido. A pesar del mal que asola el mundo, Jesús ha logrado una victoria y ha establecido una nueva realidad, un nuevo orden, que después de la resurrección será asumido por los discípulos que renacieron en el Espíritu».
«No permitir que el odio ocupe nuestro corazón»
«Tener el coraje del amor y de la paz aquí, hoy, significa no permitir que el odio, la venganza, la ira y el dolor ocupen todo el espacio de nuestro corazón, de nuestra palabra, de nuestro pensamiento. Significa comprometerse personalmente con la justicia, siendo capaces de afirmar y denunciar la dolorosa verdad de la injusticia y del mal que nos rodea, sin dejar que contamine nuestras relaciones. Significa estar comprometidos, estar convencidos de que todavía vale la pena hacer todo lo que podamos por la paz, la justicia, la igualdad y la reconciliación. Nuestro discurso no debe ser sobre muerte y puertas cerradas. Al contrario, nuestras palabras deben ser creativas, vivificantes, deben dar perspectiva y abrir horizontes».