Skip to content Skip to sidebar Skip to footer

Seréis como dioses

Rafael Vázquez Jiménez es director de la Comisión Episcopal para la Doctrina de la Fe de la Conferencia Episcopal Española

Del 4 al 5 de junio tuvo lugar en Madrid la XXVIII edición del Encuentro de Obispos y Teólogos. Organizado por la Comisión para la Doctrina de la Fe de la Conferencia Episcopal y la Junta de Decanos de Facultades de Teología de España y Portugal. Tras casi 50 años, el objetivo de estos encuentros se mantiene inalterable: ser un foro para el intercambio entre las preocupaciones pastorales y la teología, entre la fe y la razón, planteando temas que requieren ser iluminados con la luz de la revelación y la reflexión teológica. 

El tema propuesto sorprendía por su impactante actualidad: el transhumanismo. Obispos y teólogos vieron necesario ofrecer «una mirada al transhumanismo desde la teología», como constataba el lema del encuentro, pues este movimiento cultural y filosófico en su manifestación poliédrica está definiendo el escenario en el que la Iglesia ha de seguir desarrollando su misión evangelizadora.

Para ello, era necesario, en primer lugar, definir el fenómeno. Fueron los profesores Leandro Gaitán, Albert Cortina y Federico de Montalvo los que esbozaron una breve aproximación al transhumanismo en la variedad de sus implicaciones, cuyo objetivo —a grandes rasgos— puede sintetizarse como la transformación radical de la condición humana a través del uso convergente de diversas tecnologías —nanotecnología, biotecnología, tecnología de la información o ciencia cognitiva—. De esta forma, el ser humano superará las limitaciones propias de su naturaleza, aumentando su capacidad de autonomía, eliminando la enfermedad y el envejecimiento, hasta lograr la inmortalidad. Se alcanzaría así un hipotético «poshumano», capaz de vencer la vulnerabilidad de su propia naturaleza. Nos enfrentaríamos a una nueva definición de la identidad del ser humano, entendido más como «transhumano» o «poshumano», como plantearon los profesores Sara Lumbreras y Ricardo Mejía. Todo un desafío antropológico, ético, legal, político y también teológico, que abordó el profesor Paolo Benanti en su conferencia.

La propuesta del transhumanismo, a simple vista, parece actualizar la tentación de la serpiente a Eva en el Paraíso al ofrecerle comer del fruto prohibido: «No moriréis…, seréis como dioses» (Gn 3, 5). Que se prolongaría así: «Superaréis la enfermedad y la caducidad de la vida, alcanzaréis una inteligencia sin límites, seréis inmortales». La gran pregunta es si el transhumanismo es conciliable con una visión cristiana del ser humano o si parte de un presupuesto que, llevando a la modernidad a sus consecuencias extremas, no solo niega a Dios, sino que niega la misma naturaleza humana en el modo en que hoy es concebida. En sí, tal y como postula la Declaración Transhumanista del año 2022, se presenta como un sustituto de las religiones al dar cumplimiento a las esperanzas y deseos que estas prometían: la eliminación del sufrimiento, la inmortalidad, la divinización del ser humano, etc. 

Lo cierto es que, siguiendo al profesor Federico de Montalvo, nos encontramos en el momento más disruptivo de la historia, que hay que atribuir no solo a la tecnología, la robótica o la inteligencia artificial, sino también a la manipulación de la genética y la reproducción humana. Es el propio concepto de ser humano el que está en juego y esto exige preguntarse no solo qué podemos hacer, la pregunta del científico, sino también qué debemos hacer, que supone una reflexión ético-legal necesaria. La respuesta a esta última pregunta no puede quedar solo en manos de políticos y expertos, sino que ha de extenderse a todos los ámbitos de la sociedad, incluyendo a las distintas tradiciones religiosas.

El transhumanismo, en su deseo sincero de superación e inmortalidad del ser humano, tiende un puente que puede quedar truncado en la orilla de lo inmanente y conducir a una noche sin luz y sin esperanza, o que puede conducir a la orilla de la trascendencia y a la luz de un amanecer en Dios. En ese deseo de inmortalidad y superación de lo humano, hemos de descubrir la nostalgia de eternidad con la que Dios ha querido sellar la vida de cada ser humano, y que tiene su concreción en Jesucristo, en quien seremos auténticamente «como dioses». Él es quien «manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la sublimidad de su vocación…, en el que se ilumina el enigma del dolor y la muerte, que fuera del Evangelio nos envuelve en absoluta oscuridad» (GS 22). Cristo en su resurrección se convierte en el primer «transhumano» de la historia sin negar nada de lo humano y elevando la condición humana a su máxima potencialidad en Dios.   

This Pop-up Is Included in the Theme
Best Choice for Creatives
Purchase Now