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Evangelizar en medio de nuestra sociedad

Continuando con la reflexión iniciada la semana anterior, en esta carta voy a reflexionar sobre los dos últimos puntos de las Orientaciones pastorales que he publicado para toda la diócesis. El segundo bloque, «Evangelizar», hace referencia a la gran misión de la Iglesia en todos los tiempos y también en los nuestros. Evangelizar es, en definitiva, mostrar el amor de Dios, hacerlo presente en el mundo, compartirlo y transmitirlo a todos los hombres y mujeres hermanos nuestros. Es nuestra vocación y misión como hijos de Dios y miembros de su gran familia, que es la Iglesia, y significa en la práctica hacer crecer esta familia con nuevos hermanos. Por eso, os invito a renovar el espíritu misionero que debemos tener como bautizados y que hoy es especialmente urgente reavivar en los momentos actuales.

Por esto, en este punto de las Orientaciones se nos recuerda que necesitamos estar bien formados todos, presbíteros, diáconos, religiosos y laicos y que, por tanto, es necesario tomar en serio en esta formación. En nuestra diócesis hemos dado un paso importante con la organización de un curso de renovación pastoral para presbíteros y diáconos y que se inició en octubre y durará hasta febrero. Necesitamos reavivar nuestra fe y nuestra esperanza a la vez que animarnos a anunciar a Jesucristo de una manera más creíble y convincente.

También propongo la creación de equipos de animación evangelizadora y misionera en las parroquias que nos ayuden a revisar nuestra acción pastoral, a poner en común las dificultades y los métodos y herramientas que tenemos, y encontrar nuevas formas. Transmitirla en medio de un mundo apagado religiosamente, en el que muchos se han alejado de la vida cristiana, acomodados en sus falsas seguridades y que a menudo dicen no tener necesidad de la luz de la fe, aunque también viven a oscuras.

Y la tercera orientación pastoral, «En medio de nuestra sociedad», hace referencia al lugar concreto en el que debemos vivir nuestra misión como cristianos, ya que es el lugar y el momento que nos ha tocado vivir y donde Dios quiere que estemos. En esta sociedad, la Iglesia debe aportar el sentido de la vida y la trascendencia, la proximidad de un Dios que es amor y misericordia y que se preocupa de sus hijos. Tiene que ser portadora, a la vez, del respeto y el valor de toda vida humana y de la familia como fundamento de la sociedad. También es importante la presencia de cristianos bien formados en el mundo del trabajo y de la cultura, en la política, en la vida asociativa, de la sociedad civil y de la Iglesia, superando la tentación de quedarnos recluidos en la parroquia o en la sacristía.

Y una última reflexión sobre una realidad que todos conocemos, que está presente en nuestro mundo y que a menudo nos incomoda: los pobres. No debemos verlos como una carga más, extraña a nosotros. Son hermanos nuestros y la atención a los pobres, a los marginados, a los sintecho y necesitados es una de las tres dimensiones esenciales de la Iglesia, junto con la predicación y la liturgia. No podemos excusarnos pensando que ya hay instituciones que se ocupan. Este domingo, precisamente, a las puertas de la Navidad, tiene lugar la campaña de Navidad de Cáritas.

Se trata de las diversas dimensiones del Evangelio que debemos saber transmitir también a los niños y jóvenes para que puedan crecer en los auténticos valores y virtudes que les capacitarán para ser unos buenos cristianos y ciudadanos. Seguimos, pues, caminando juntos, como verdaderos discípulos misioneros, comprometidos en el mundo, junto a los más necesitados, celebrando la fe y compartiéndola con los demás. Nos preparamos así en la venida del Hijo de Dios, que siendo rico se hizo pobre, como nos dice San Pablo, para enriquecernos con su pobreza.

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