«Cada cristiano está llamado a participar en esta misión universal con su propio testimonio evangélico en cada ambiente», afirma
«La misión es una incansable salida hacia toda la Humanidad, sin excluir a nadie, para invitarla al encuentro y a la comunión con Dios». Es en este abrazo a campo abierto donde reside la «felicidad de su Reino» y la fiesta de la «salvación final», a la que todos estamos invitados, pues el «drama de la Iglesia» reside, en opinión del papa Francisco, en el hecho de que Jesús «sigue llamando a la puerta, pero desde el interior, ¡pero para que le dejemos salir!».
El Sumo Pontífice se apoya en la parábola evangélica del banquete nupcial en san Mateo para articular su mensaje de cara a la Jornada Mundial de las Misiones, que se celebrará el próximo 20 de octubre, y que tiene como título y leitmotiv una misión: «Vayan e inviten a todos al banquete». Con motivo de esta celebración, Francisco ha querido subrayar el horizonte universal y escatológico de la obra apostólica de la Iglesia, para la salvación eterna de todos.
Según refiere el mensaje, fechado el 25 de enero, festividad de la conversión de san Pablo, y hecho público hoy, el llamamiento que nos hace Cristo mantiene su plena vigencia con el paso de los milenios, pues «cada cristiano está llamado a participar en esta misión universal con su propio testimonio evangélico en cada ambiente, para que toda la Iglesia salga continuamente con su Señor y Maestro a las encrucijadas de los caminos del mundo de hoy». Un mundo —continúa— «desgarrado por divisiones y conflictos», donde el Evangelio de Cristo «es la voz dulce y fuerte que llama a los hombres a encontrarse, a reconocerse como hermanos y a alegrarse por la armonía entre las diversidades».
Pese a ello, «muchas veces terminamos siendo una Iglesia que no deja salir al Señor, que lo guarda como ‘cosa propia’, mientras que el Señor vino para la misión y quiere que seamos misioneros». Este debe ser el principal fundamento de la labor de la Iglesia. Así, el Santo Padre recuerda a san Pablo en la Primera Epístola a Timoteo, subrayando que Dios quiere que «todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad». Por ello, «quienquiera, todo hombre y mujer, es destinatario de la invitación de Dios a participar de su gracia que transforma y salva. Solo hace falta decir “sí” a este don divino y gratuito, revistiéndonos de él como con un “traje de fiesta”, acogiéndolo y permitiéndole que nos transforme».
En su escrito, Francisco renueva la invitación de la Iglesia a todos los bautizados para que retomen el impulso y el celo misionero de los primeros cristianos, que sentían «la urgencia de anunciar el Evangelio», pues «sentían la urgencia del anuncio del Evangelio». Así también, «es importante tener presente esta perspectiva, porque nos ayuda a evangelizar con la alegría de quien sabe que el Señor está cerca y con la esperanza de quien está orientado a la meta, cuando todos estaremos con Cristo en su banquete nupcial en el Reino de Dios».
Esta urgencia sostiene el Papa, debe ser atemperada por el respeto y la amabilidad, como debe ser toda invitación a una boda y al encuentro con el amor salvífico de Dios: «Al anunciar al mundo la belleza del amor salvífico de Dios, los discípulos lo hacen con alegría, magnanimidad, sin coacción, coerción o proselitismo».
«Jesucristo, buen pastor y enviado del Padre, iba en busca de las ovejas perdidas del pueblo de Israel y deseaba ir más allá para llegar también a las ovejas más lejanas». Siguiendo su enseñanza, la Iglesia de Cristo «seguirá yendo más allá de toda frontera, seguirá saliendo una y otra vez sin cansarse o desanimarse ante las dificultades y los obstáculos, para cumplir fielmente la misión recibida del Señor». Una misión que ha de realizarse «siempre con cercanía, compasión y ternura, aspectos que reflejan el modo de ser y de actuar de Dios».
En el mensaje, fechado el 25 de enero de 2024, fiesta de la conversión de san Pablo, Francisco agradece a los misioneros que, «respondiendo a la llamada de Cristo, lo dejaron todo para ir lejos de su patria y llevar la Buena Nueva». Sus vidas son «expresión tangible del compromiso con la misión ad gentes que Jesús confió a sus discípulos».
En el año dedicado a la oración, en preparación del Jubileo de 2025, el Obispo de Roma invita a todos a «intensificar ante todo la participación en la misa y la oración por la misión evangelizadora de la Iglesia».