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Hacia una sinodalidad misionera

En este año 2024 recién comenzado el Sínodo continúa o, lo que es lo mismo, la Iglesia sigue realizando su peregrinación como sacramento que la íntima unión con Dios y de la unidad de todo el género humano. Somos un pueblo peregrino que camina unido, somos sínodo. El papa nos ha vuelto a convocar para que vivamos la preparación de la segunda parte de la Asamblea General que tendrá lugar en octubre próximo. La sinodalidad no es un tema que se trata y se guarda en las estanterías de nuestras casas u oficinas; es una espiritualidad, un estilo o manera de ser iglesia; también la sinodalidad pide dar pasos concretos en nuestra manera de orar y organizarnos, de discernir, vivir y de actuar.

Por eso, os convoco a seguir caminando juntos y a encontrarnos en pequeños grupos para realizar el trabajo que se nos ha propuesto a partir del informe de síntesis de la primera parte de la Asamblea sinodal.

Vivir en sínodo supone, en primer lugar, abrirnos a la presencia de Dios en nuestras vidas que es Trinidad, Comunión que ha decidido salir de sí misma y peregrinar hacia nosotros, como acabamos de contemplar en Navidad, para ofrecernos la salvación. Por eso, el fundamento de nuestro camino sinodal es contemplar el misterio trinitario –orar y celebrar los sacramentos– para caer en la cuenta de que toda la vida de la Iglesia, la comunión y la misión que tiene encomendada, parte de la acogida del misterio trinitario en su misma entraña. Es llamada, congregada y enviada por la Trinidad como pueblo de Dios, como cuerpo de Cristo y templo del Espíritu Santo.

En segundo lugar, este itinerario sinodal nos está proponiendo vivir nuestro bautismo con todas las consecuencias, lo cual supone, afirmaba también la primera parte de la asamblea, revitalizar nuestra iniciación cristiana, tanto en los ya bautizados y confirmados que participamos habitualmente en la eucaristía, como también impulsar, como estamos intentando en nuestra diócesis, los diversos itinerarios de iniciación cristiana teniendo como principal referencia el catecumenado bautismal.

Misterio trinitario, iniciación cristiana, un tercer punto de referencia nos propone el informe de síntesis para comprender el significado de la sinodalidad, anunciar el Evangelio a los pobres, tanto por las condiciones materiales de la existencia, como a los pobres a causa de carencias en el significado del sentido de la vida. Todos estamos tocados por una u otra forma de pobreza y llamados a descubrir necesidades en las personas que nos rodean, carencias, pobrezas que reclaman el Evangelio, la sanación de la gracia y la germinación del Reino de Dios.

Con esta triple referencia –la Trinidad, el bautismo que se hace iniciación cristiana y se cultiva en la eucaristía de cada domingo y el anuncio del Evangelio a los pobres– salimos a caminar y nos sentamos en círculos para realizar una conversación espiritual, compartir lo que experimentamos que el Señor nos dice, escuchar lo que dice a otros hermanos y elaborar juntos propuestas que respondan a la llamada que el Señor nos hace para vivir la comunión y misión de la Iglesia.

El Sínodo nos está pidiendo la participación de todos los bautizados, según la vocación en la que somos llamados, en corresponsabilidad diferenciada, a discernir cómo evangelizar hoy, cómo distribuirnos como Iglesia particular en el territorio vallisoletano, cómo cuidar y resituar las 300 pilas del bautismo que hay en nuestra diócesis para acercar a ellas a nuevos candidatos a la vida nueva en Cristo. También discernir juntos dónde potenciar y establecer las centenares de mesas que nos reúnen cada domingo para celebrar la misa. Anuncio y testimonio del evangelio a los pobres, iniciación cristiana y eucaristía dominical son las prioridades de la sinodalidad misionera.

Por eso, qué importante es qué impulsemos los consejos pastorales de parroquia, unidad pastoral y arciprestazgo; qué importante es que vivamos de forma cada vez más expresiva la fe en su significado comunitario, que se celebra de forma esencial en la Eucaristía del Domingo, pero que precisa ser cultivado también en pequeños grupos en los que escuchemos la Palabra para ser discípulos misioneros del Evangelio, donde recemos juntos y hagamos un discernimiento compartido de lo que el Señor nos pide personalmente y como comunidad eclesial.

Por todo ello os convocó a participar en esta segunda fase del camino sinodal, no para agotar un tema que incluso nos puede resultar cansino, sino para cultivar cada vez de manera más profunda una espiritualidad, la que brota de la vida trinitaria que se nos ha regalado en el Bautismo y la Confirmación y se alimenta en la participación cotidiana de la Eucaristía. Os convoco de nuevo a impulsar un estilo de corresponsabilidad y de participación para preguntarnos cada uno de nosotros: “qué puedo hacer por la comunión y la misión de la Iglesia” y, también, para que vayamos dando forma a unas estructuras eclesiales que respondan a la conversión pastoral y misionera que la Iglesia nos pide en esta hora de la historia. En estos días vamos a orar por la unidad de todos los cristianos; qué bien que insistamos en esta oración y que resplandezca la unidad también en el seno de la Iglesia católica, pues es verdad esa palabra de Jesús: “Qué sean uno para que el mundo crea”.

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