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Ángelus y homilías papales para el domingo 21 del tiempo ordinario (26-8-2012)

Trabajo recopilado por fray Gregorio Cortázar Vinuesa, OCD

NVulgata 1 Ps 2 EBibJer2ed (en) — Concordia y ©atena Aurea (en)

Juan Pablo II, Ángelus 22-8-1982 (sp it po)

Benedicto XVI, Ángelus 23-8-2009 (ge hr sp fr en it po)

Juan Pablo II, Homilía en Roca di Papa 21-8-1988 (it):

«1. “Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna” (Jn 6, 68).

Esta tarde, junto al santuario de la Virgen de la Tosca, como conclusión del Año Mariano, repetimos las mismas palabras que Pedro dirigió al Maestro: “¿A quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna”.

Hacemos nuestra esta frase, porque, como Pedro, también nosotros reconocemos que en Cristo se cumple la Palabra de Vida de Dios Padre. Con fe sincera reconocemos que la Palabra de Jesús es la única Palabra de vida eterna; y lo hacemos guiados por el ejemplo de María, animados por su amor a Jesús su Hijo, por el testimonio que ella, la Madre del Redentor, ha dejado a toda la Iglesia y también a cada uno de nosotros. En efecto, María “se halla presente en medio de la Iglesia peregrina de generación en generación mediante la fe y como modelo de la esperanza que no defrauda” (Redemptoris Mater, 42) (…).

 

3. Los textos de la Palabra divina que hemos escuchado este domingo parecen subrayar una pregunta, un reto dirigido a vuestras almas, provocándoos casi a tomar una opción, una decisión fuerte y resuelta en relación con la fe y con vuestro programa de vida consecuente con ella: “Escoged hoy a quién queréis servir”, pregunta Josué a las familias de los israelitas reunidas en Siquem. Y la respuesta es decisiva: “Lejos de nosotros abandonar al Señor para servir a otros dioses… También nosotros serviremos al Señor, porque él es nuestro Dios” (Js 24, 15-18).

 

Esta invitación se dirige hoy a todos nosotros. Es necesario abandonar los ídolos de cada cual, las falsas divinidades que de muchas maneras atentan contra la libertad de nuestro camino hacia Dios.

 

A veces el hombre tiende a preferir un dios que se adapte a nuestra manera de ver las cosas, una manera humana, terrena, carente de perspectiva sobrenatural. Todos sabemos cuán fuerte es la tentación de vivir una vida carnal, material, en lugar de una vida espiritual. A veces hacemos demasiado caso a las seguridades temporales e inmediatas, y demasiado poco a las promesas de Cristo. El Señor nos pide hoy una decisión que no se quede encerrada en las dimensiones temporales y contingentes, sino que esté abierta a lo eterno y a la confianza en su Palabra. “Tú tienes palabras de vida eterna”: he aquí la respuesta que debemos dar a Dios: “También nosotros queremos servir al Señor”.

 

4. Pero una respuesta así nace de una doble fuente: de la fuerza divina, que da a todos y a cada uno de los hombres la posibilidad de creer; y de la libertad humana, que es el fundamento de la verdadera opción de cada hombre.

 

Es Dios quien da la fuerza de creer y de decidir: “Nadie puede venir a mí si no se lo concede mi Padre” (Jn 6, 65). Frente a las opciones sobrenaturales, el hombre solo estaría perdido, porque “la carne no sirve de nada”. Sólo el Espíritu, el Espíritu de Dios, el Amor sustancial y eterno del Padre y del Hijo, sólo ese Espíritu “da la vida” (Jn 6, 63).

En esta acción se revela la misteriosa condescendencia de Dios hacia el hombre, el eterno designio de un Amor supremo, con el cual Dios se compromete en favor nuestro y nos ofrece en su Hijo la gracia de abrirnos al misterio, de compartir la verdad eterna y de conocer y gustar sus palabras, que “son espíritu y vida”.

Pero la respuesta nace también de una libertad, que es facultad del hombre que impulsa la actuación humana. Dios ha creado a todos los hombres libres, y el hombre puede volverse al bien que Dios le propone continuamente sólo a través de su libertad. Pues bien, Cristo apela a esta libertad y espera de ella una respuesta responsable y verdadera como la que dio Pedro, según acabamos de escuchar.

La libertad del hombre, signo distintivo de su dignidad, es también fuente de responsabilidad y punto clave del diálogo con Dios. El mismo Dios llama a los seres humanos a servirlo en espíritu y en verdad, a través de lo cual ellos se adhieren a él libremente, no obligados.

5. “Señor, ¿a quién vamos a acudir?”. A este interrogante, que en Pedro encuentra ya una respuesta adecuada, porque se funda en la fe, también nosotros estamos invitados a darle una respuesta adecuada, es decir, la respuesta de la fe.

Tal vez nos sentimos débiles y descubrimos nuestros límites. Tal vez nos sentimos incluso tentados de escoger perspectivas de salvación que se cierran en nuestro egoísmo y que confían en “mesianismos” terrenos, hedonistas y consumistas.

“Señor, a quién vamos a acudir?” (…). A nuestra pregunta, la Virgen María dio una respuesta ejemplar. Ella está presente en medio de la Iglesia peregrina mediante la fe, como modelo de una esperanza que no defrauda (…). A ella recurrimos, confiando en que la roca pesada y abrumadora de los problemas y de los interrogantes sobre nuestra vida y sobre nuestra fe no logrará arrollarnos; convencidos de que no seremos arrollados por el peso de los condicionamientos materiales que limitan nuestra libertad; seguros de que, con su protección, también nuestra tensión dramática entre el “sí” y el “no” a Cristo se resolverá en una respuesta positiva que conduce a la salvación».

 

Juan Pablo II, Homilía en el Valle de Aosta 21-8-1994 (it):

«”Bendigo al Señor en todo momento, su alabanza está siempre en mi boca” (Sal 33, 2). Estas palabras del salmista expresan bien nuestro asombro y nuestra alabanza al Creador ante el escenario magnífico de las montañas que nos rodean (…).

San Juan, en el pasaje evangélico de hoy, después de las palabras de Jesús sobre el “pan de vida” (cf Jn 6, 35), prosigue así: “Muchos de sus discípulos, al oírle, dijeron: Es duro este lenguaje. ¿Quién puede escucharlo?”. Y añade con un poco de tristeza: “Desde entonces muchos de sus discípulos se volvieron atrás y ya no andaban con él” (Jn 6, 60. 66).

En realidad, el Evangelio es exigente y comprometedor. Sin embargo, ante el rechazo Jesús no contemporiza. Recuerda a cada uno sus propias responsabilidades preguntando: “¿Esto os escandaliza? ¿Y cuando veáis al Hijo del hombre subir adonde estaba antes?… El espíritu es el que da vida; la carne no sirve para nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y son vida” (Jn 6, 61-63). Estas palabras ponen de relieve el carácter sobrenatural de la revelación de Cristo: mediante la fe y la escucha de su palabra se exhorta a los hombres a encontrarse personalmente con el Verbo encarnado, con el Mesías esperado, el único mediador entre Dios y la humanidad.

2. Aceptar la fe tiene consecuencias inmediatas en el comportamiento moral del creyente: no cabe duda de que seguir a Cristo no es empresa fácil. En efecto, la ética cristiana indica un camino arduo, invita a entrar por la puerta estrecha que, sin embargo, es la única que conduce a la vida verdadera.

El texto de la carta a los Efesios (…) ilustra, por ejemplo, cuál debe ser el modo de comportarse de los cristianos en el campo específico de la familia. El apóstol Pablo subraya el amor recíproco entre el esposo y la esposa, unidos no por una simple promesa de fidelidad, sino por un vínculo indisoluble, elevado a sacramento, signo de la unión de Cristo con su Iglesia.

Señala, asimismo, la búsqueda de su recíproca edificación espiritual y la santificación como ideal de la vida familiar, de modo que la familia pueda resplandecer como Iglesia doméstica. Se trata, ciertamente, de un ideal elevado y difícil, que requiere una respuesta continua de fe iluminada, profunda y convencida. Es un esfuerzo que hay que renovar todos los días.

“También nosotros serviremos al Señor, porque él es nuestro Dios” (Js 24, 18). La primera lectura nos acaba de recordar cómo profesaron los judíos con firmeza, al entrar en la tierra prometida, su fe en el Señor. También nosotros, con la misma convicción, estamos llamados a dar testimonio de nuestra fe ante el mundo».

LA PALABRA DEL PAPA.- «Jesús, al dar a Simón (…) el título, más aún, el don, el carisma de la fuerza, de la dureza, de la capacidad de resistir y sostener –como es precisamente la naturaleza de una piedra, de una roca, de un peñasco–, asociaba el mensaje de su palabra a la virtud nueva y prodigiosa de este apóstol, que había de tener la función, él y quien le sucediera legítimamente, de testimoniar con incomparable seguridad ese mismo mensaje que llamamos Evangelio» (Pablo VI, Audiencia general 3-4-1968 fr it). «El mensaje de Cristo, de generación en generación, nos ha llegado a través de una cadena de testimonios, de la que Nos formamos un eslabón como sucesor de Pedro, a quien el Señor confió el carisma de la fe sin error» (Pablo VI, Homilía 20-9-1964 it). «Junto a la infalibilidad de las definiciones “ex cáthedra”, existe el carisma de asistencia del Espíritu Santo concedido a Pedro y a sus sucesores para que no cometan errores en materia de fe y de moral y para que, por el contrario, iluminen bien al pueblo cristiano» (Juan Pablo II, Audiencia general 24-3-1993 sp it). «Al escogerme como Obispo de Roma, el Señor ha querido que sea su Vicario, ha querido que sea la “piedra” en la que todos puedan apoyarse con seguridad» (Benedicto XVI, Homilía en la capilla Sixtina 20-4-2005 ge sp fr en it lt po).

LOS ENLACES A LA NEO-VULGATA.- «Esta edición de la Neo-Vulgata puede servir también (además de especialmente para la liturgia) para que la tengan en cuenta las versiones en lengua vulgar que se destinan a uso litúrgico y pastoral, y (…) como base segura para los estudios bíblicos» (Juan Pablo II, Constitución apostólica Scripturarum thesaurus 25-4-1979 ge sp fr en lt po). «La palabra sagrada debe presentarse lo más posible tal como es, incluso en lo que tiene de extraño y con los interrogantes que comporta» (Benedicto XVI, Carta al presidente de la C.E. Alemana sobre un cambio en las palabras de la Consagración 14-4-2012 ge sp fr en it pl po).

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