¡Jesucristo ha resucitado! ¡Verdaderamente ha resucitado! La comunidad cristiana, desde el primer momento en el que algunos tienen experiencia del encuentro con Jesucristo vivo, realiza este pregón, grito que trata de contagiar la alegría y la esperanza. Sí ¡verdaderamente ha resucitado! Desde entonces, a lo largo de hace casi 2000 años, seguimos renovando el grito junto al ¡aleluya! después de celebrar el misterio Pascual. Tiene tanta fuerza que se extiende ya a lo largo del tiempo, con una intensidad singular, cada año, en los 50 días de Pascua y en un único día litúrgico en la octava de la Pascua. Acompaña toda nuestra existencia.
Pero, desde hace un siglo aparece otro grito en nuestro mundo: “Dios ha muerto”, y pareciera que este grito ha ido extendiéndose y ha tocado el corazón de muchos de nuestros contemporáneos que, si bien se resisten a afirmar la muerte de Dios, sin embargo, afectados por esta noticia, viven como si Dios no existiera. Quizás la extensión del “Dios ha muerto” tenga que ver con la situación de tantos de los cristianos que aun cantando aleluya y que, proclamando a Jesucristo resucitado, no vivimos como verdaderamente redimidos, salvados, como quienes saben que su vida está acompañada, conducida y sostenida por el que ha vencido a la muerte y ha resucitado para nuestro bien. Por ello, queridos amigos de la Iglesia vallisoletana os invito a ser portadores y altavoces de este grito pascual: ¡Jesucristo ha resucitado, verdaderamente ha resucitado! El grito será creíble si el “vere” –verdaderamente– es la expresión de una vida llena de esperanza, de una vida con alegría en el corazón, aunque tantas veces haya lágrimas en los ojos; de una vida en la que la victoria sobre el pecado nos hace capaces de perdonar y de vivir en comunión fraterna; de una vida, en la que la victoria sobre el pecado, nos hace también combatirlo en sus formas de mentira, de corrupción o de egoísmos diversos. Vida resucitada en la que la victoria sobre la muerte nos haga sostener la esperanza aún en medio de las dificultades y nos haga capaces de volver a intentar de nuevo proyectos que parecen resistirse e impulsar la evangelización y nuestra condición de discípulos misioneros.
Amigos durante estos días de Pascua no dejéis de saludar a vuestros convecinos, amigos y familiares, expresando esta buena noticia que brota de nuestra experiencia creyente, ¡Jesucristo ha resucitado, verdaderamente ha resucitado! Cantemos con nuestras manos y con nuestros labios el aleluya. Dejemos que el Señor se haga presente delante de nosotros diciéndonos: “soy yo, no tengáis miedo” y así, poder escuchar su “id delante” y anunciad a otros que, resucitado de entre los muertos, os envío a comunicar esta buena noticia de salvación y de esperanza a todos los hombres. Feliz Pascua, queridos amigos,