El próximo 11 de febrero se celebra la Jornada Nacional de Manos Unidas. Esta asociación de fieles nos ayuda con sus campañas y con esta celebración, a que no nos olvidemos de las desigualdades que existen en nuestro mundo y que tienen como consecuencia que millones de personas que habitan en nuestro planeta no tengan las condiciones mínimas para vivir dignamente. Con esta carta quiero invitar a todas las parroquias y comunidades cristianas a uniros a esta celebración que, en vísperas de la cuaresma, nos ofrece una oportunidad de compartir nuestros bienes con los más necesitados de nuestro mundo.
El lema de este año es “El efecto ser humano. La única especie capaz de cambiar el planeta”. El lema pretende ayudarnos a tomar conciencia de algunas situaciones que, a menudo, desconocemos. Este año se centra en las consecuencias del uso inadecuado de los recursos naturales. La mitad de la población mundial vive en contextos considerados “altamente vulnerables al cambio climático; las personas y los países más pobres tienen menos posibilidades de hacer frente a las adversidades climáticas; sufren más los efectos de la contaminación de las aguas y de la subida del nivel del mar y, cada vez es mayor el número de personas que deben emigrar como consecuencia del cambio climático.
Como dice el Papa Francisco: “Todo está relacionado, y el auténtico cuidado de nuestra propia vida y de nuestras relaciones con la naturaleza es inseparable de la fraternidad, la justicia y la fidelidad a los demás” (Laudato si 70). Los cristianos estamos llamados a tomar en serio el cuidado de todos nuestros hermanos y del hogar en el que todos vivimos. Nuestro modo de situarnos frente a la realidad, de interpretarla, de responder a sus exigencias y de actuar ante las necesidades que nos presenta, debe estar movido por la responsabilidad y no por el egoísmo. El lema de la campaña pretende que nuestra mirada se separe de nosotros mismos para centrarla en los demás, especialmente en quienes más experimentan las consecuencias de nuestros actos.
Podemos pensar que nuestros actos afectan únicamente a quienes están cerca de nosotros. Ciertamente, no somos responsables de haber causado las grandes injusticias que hay en nuestro mundo, pero con nuestras pequeñas acciones podemos ayudar a mantenerlas o contrarrestar sus efectos. Nuestros actos no sólo tienen consecuencias negativas, pueden y deben tener efectos positivos. Hay una gran diferencia entre limitar un efecto negativo y ejercer un influjo positivo. De los cristianos no se debe esperar tan solo que no hagamos el mal, sino que hagamos el bien decididamente. Manos Unidas es una muestra de que el bien es posible y que nuestros actos pueden marcar diferencias significativas. Por eso, tal y como nos anima el Papa Francisco: “Unamos nuestras manos y demos pasos valientes para que la justicia y la paz fluyan en toda la tierra”. Un pequeño paso puede ser ayudar a alguno de los proyectos de Manos Unidas.