Queridos hermanos:
En este tiempo pascual, coincidiendo con el domingo del Buen Pastor, la Iglesia celebra la Jornada Mundial de oración por las vocaciones y la Jornada de vocaciones nativas con el lema: «Hágase tu voluntad. Todos discípulos, todos misioneros».
Esta Jornada pretende invitar a los jóvenes a preguntarse por su vocación, a los sacerdotes a renovar la respuesta a su llamada, y a toda la comunidad cristiana a acompañar con la oración a unos y a otros. Además, la Jornada de vocaciones nativas pide nuestra contribución para que ninguna vocación se pierda por falta de recursos. Por eso, el próximo domingo día 21 de abril, en todas nuestras parroquias nos acordaremos de nuestros “pastores” y de los que se preparan para serlo en los Seminarios de todo el mundo.
Para ser sacerdote es necesario tener vocación, es decir, haber escuchado la llamada de Jesús a dejarlo todo y seguirlo. Esta llamada exige una respuesta permanente, un sí renovado a lo largo de la vida. Y para poder responder se necesita la gracia de Dios, porque no se trata de un medio para vivir, sino de una forma de vivir como Jesús, siguiendo sus huellas, compartiendo su misión y su
destino.
En este tiempo pascual, asistimos a la crisis vocacional de los primeros apóstoles.
Después de la muerte de Jesús en la cruz como un malhechor y del entierro de su cuerpo, quedaron también sepultadas todas las esperanzas que sus discípulos habían puesto en él. Ellos habían dejado casas, familias, trabajos… para ir detrás de Jesús esperando el ciento por uno en esta tierra y, sin embargo, tenían que volver a sus lugares de origen y a sus ocupaciones de antes con las manos vacías, sin recompensa y sin esperanza.
Jesús resucitado se les apareció en su camino de vuelta y en su decepción. Me gusta pensar que aquellos dos discípulos de Emaús son los mismos dos que fueron detrás de Jesús después del bautismo de Juan en el Jordán. «Jesús se volvió, al ver que lo seguían, y les preguntó: “¿Qué buscáis?”. Ellos le contestaron: “Maestro, ¿dónde vives?”. “Venid y veréis”, les dijo él. Y se quedaron con él; era como la “hora décima”», la hora de la caída del sol (Jn 1,35ss). Tres años después, volvían a su casa desengañados, y en esta ocasión Jesús fue detrás de ellos: “¿Qué conversación es esa?”. Y, a la hora décima, son ellos los que le piden: “Quédate con nosotros que la tarde está cayendo”. Y finalmente vieron y le reconocieron al partir el pan (Lc 24,13ss).
Ciertamente son los mismos pescadores del lago de Galilea, entre ellos Pedro y su hermano Andrés y los hijos del Zebedeo, a los que Jesús llamó para que fueran pescadores de hombres (Lc 5s1ss), a los que tres años después se les apareció resucitado en el lago de Tiberíades tras una noche de pesca infructuosa como la primera vez (Jn 21,1ss). Y nadie se atrevió a preguntarle quién era.
El Señor resucitado, como Buen Pastor, va a buscarnos allá donde nos perdemos, alejándonos de él. Resucita nuestra esperanza y renueva nuestra vocación recordándonos la primera llamada, para despertar en nosotros el amor verdadero y una nueva respuesta más determinada y comprometida.
El lema de la Jornada Mundial de oración por las vocaciones este año es «Hágase tu voluntad. Todos discípulos, todos misioneros». En las apariciones de Jesús resucitado a los discípulos, les abría los ojos y la mente para comprender la Escritura para hacerles ver y comprender que la cruz no ha sido un accidente indeseado en el plan de salvación, sino que estaba prevista desde el principio, que forma parte de la voluntad del Padre para realizar su misión: “Así estaba escrito” (Lc 24,35); “Esto es lo que os decía cuando estaba con vosotros” (Lc 24,44). Seguir a Jesús como discípulo por el camino de la cruz es la forma de ser misioneros.
Esta Jornada Mundial es de oración. Quizás no todos somos llamados a ser sacerdotes o consagrados, pero todos estamos llamados a rezar por las vocaciones y colaborar con nuestra ayuda a que ninguna se pierda.
Con mi bendición,
