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 La fe de María Santísima

En el cuarto domingo de Adviento, el evangelista san Lucas nos sitúa ante el gran misterio realizado en Nazaret hace dos mil años: “A los seis meses, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José; […] la virgen se llamaba María” (Lc 1,26-27). El arcángel Gabriel le comunica su maternidad divina, recordando las palabras de Isaías que anunciaban el nacimiento virginal del Mesías, que ahora se cumplen en ella. La respuesta de María al plan de Dios será: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra» (Lc 1,38).

La Anunciación a María y la Encarnación del Verbo de Dios constituyen el misterio más profundo e insondable de las relaciones de Dios con los hombres, el hecho más trascendental, el acontecimiento más importante de la historia de la humanidad. ¡Dios se ha hecho hombre! Es algo que nos desborda, que sobrepasa absolutamente las expectativas del pensamiento y de la imaginación del ser humano. Y ese es el momento en que María conoce la llamada concreta, la vocación a la que Dios la había destinado desde siempre. ¡Qué emoción para los peregrinos de Sevilla poder celebrar la Eucaristía junto a la Gruta de la Anunciación, en Nazaret, el pasado 10 de julio!

Una vez conocido el designio divino, ella responde con un sí incondicional, con una obediencia pronta y sin cortapisas.  La respuesta de fe de María a las palabras del arcángel fue absoluta. Es consciente de la desproporción entre su humilde persona y la misión que recibe, pero por encima de todo confía en Dios, que así lo ha dispuesto, y para quien nada es imposible, y por esto no pone dificultades. Con obediencia y humildad responde “he aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra”. De esta manera es incorporada plenamente en la Historia de la Salvación, en el Misterio de Cristo y de la Iglesia.

El sí de María significa también el comienzo de su especial camino de fe, de abandono en la voluntad de Dios, de gozos y sufrimientos, de colaboración con Cristo en la obra de la Salvación. El sí de María es una respuesta que compromete toda su existencia en la aceptación del plan de Dios. Y el Señor, a su vez, hizo en ella maravillas. También el Señor nos llama a cada uno de nosotros a algo grande, a algo hermoso, a una vida única e irrepetible. Más allá de las preocupaciones, los temores, las rutinas de nuestra ajetreada existencia, más allá de los pecados y fragilidades, conviene entrar en el interior, captar su voluntad y responder con un sí confiado. El sí de María cambió la historia de la humanidad. El sí de cada uno de nosotros es seguro que cambiará nuestra pequeña historia y nuestro entorno.

Terminamos el camino del Adviento y llegamos a la Navidad. María nos invita a entrar en nuestro interior, a captar lo que Dios nos pide y a responder con un sí generoso. La fe de María y su respuesta confiada cambió la historia. En la plenitud de los tiempos, la Palabra de Dios fue dirigida a María, y ella la acogió con todo su ser, para que tomase carne en ella y naciese como salvación para los hombres. En su vida, María ha realizado la peregrinación de la fe, siguiendo a su Hijo. Su fe no es sumisión pasiva, es una aceptación libre y gozosa de la voluntad de Dios, por eso es nuestro modelo de fe. También nuestra fe y nuestra colaboración en la respuesta al plan de Dios será una fuente de bendiciones para nuestro mundo, para nuestro entorno y para nuestras mismas personas.

¡Santa y Feliz Navidad!

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