La Inmaculada Concepción
NVulgata 1 Ps 2 E – BibJer2ed (en) – Concordia y ©atena Aurea (en)
(1/5) Benedicto XVI, Discurso 8-12-2009: María, las personas, la sociedad, los medios. Muy bueno (ge sp fr en it po)
(2/5) Benedicto XVI, Ángelus 8-12-2012 (ge sp fr en it po)
(3/5) Benedicto XVI, Discurso 8-12-2012 (ge sp fr en it po)
(4/5) Juan Pablo II, Homilía en Santa María la Mayor 8-12-1978 (sp fr en it po): «Cruzo por primera vez como Obispo de Roma el umbral de la basílica de Santa María la Mayor (…). Me invitan a venir aquí todos mis predecesores en la Cátedra de San Pedro (…), todas las generaciones de romanos, todas las generaciones de cristianos y todo el pueblo de Dios.
Parecen decirme: ¡Ve! Honra el gran misterio escondido desde la eternidad en Dios mismo. ¡Ve, y da testimonio de Cristo, Salvador nuestro, Hijo de María! Ve, y anuncia este momento tan especial, el momento que señala en la historia el rumbo nuevo de la salvación del hombre.
Este momento decisivo en la historia de la salvación es precisamente la «Inmaculada Concepción».
Dios en su amor eterno eligió desde la eternidad al hombre: lo eligió en su Hijo. Dios eligió al hombre para que pueda alcanzar la plenitud del bien mediante la participación en su misma vida: la vida divina a través de la gracia. Lo eligió desde la eternidad e irreversiblemente.
Ni el pecado original, ni toda la historia de culpas personales y de pecados sociales han podido disuadir al eterno Padre de este plan de amor. No han podido anular la elección de nosotros en el Hijo, Verbo consustancial al Padre.
Y porque esta elección debía tomar forma en la Encarnación, y porque el Hijo de Dios debía hacerse hombre por nuestra salvación, precisamente por ello el Padre eterno eligió para él, de entre los hombres, a su Madre.
Cada uno de nosotros es hombre por ser concebido y nacer del seno materno. El Padre eterno eligió el mismo camino para la humanidad de su Hijo eterno.
Eligió a su Madre del pueblo al que, desde siglos, había confiado particularmente sus misterios y promesas. La eligió de la estirpe de David y al mismo tiempo de toda la humanidad. La eligió de estirpe real y a la vez de entre la gente pobre. La eligió desde el principio, desde el primer momento de su concepción, haciéndola digna de la maternidad divina, a la que sería llamada en el tiempo establecido. La hizo la primera heredera de la santidad de su propio Hijo. La primera entre los redimidos con su Sangre, recibida de ella, humanamente hablando. La hizo Inmaculada en el momento mismo de la concepción.
La Iglesia entera contempla hoy el misterio de la Inmaculada Concepción y se alegra en él. Éste es un día singular en el tiempo de Adviento (…).
Cristo nos ha traído la salvación, y él solo nos la trae constantemente. Y su Madre, que, precisamente como Madre, ha sido redimida por él, su Hijo, de modo excepcional, «más sublime» (Pablo VI, Credo del Pueblo de Dios (sp en it lt po), ¿no está, quizás, llamada ella por él, su Hijo, de modo más explícito, sencillo y poderoso a la vez, a participar en la salvación de los hombres (…), en la salvación de toda la humanidad?
María está llamada a llevar a todos al Redentor. A dar testimonio de él, aun sin palabras, solo con el amor, en el que se manifiesta «la índole de la Madre». A acercarle incluso a quienes oponen más resistencia, a aquellos para los que es más difícil creer en el amor, que juzgan al mundo como un gran campo «de lucha de todos contra todos», como ha escrito uno de los filósofos del pasado.
Está llamada a acercar a todos, es decir, a cada uno a su Hijo. A anunciar la victoria final del amor. ¿Acaso no piensa la Iglesia en esta victoria cuando nos recuerda hoy las palabras del libro del Génesis: «Este (el linaje de la mujer) aplastará la cabeza de la serpiente?» (cf Gn 3, 15)».
(5/5) Benedicto XVI, Ángelus 11-12-2005: ¿Cuándo comenzar a montar el belén? (ge hr sp fr en it po)