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Los tres mensajes del Papa en la clausura de los Encuentros Mediterráneos

Segunda y última jornada del papa Francisco en Marsella. Tras una visita privada a las misioneras de la Caridad, ha clausurado una nueva edición de los Encuentros Mediterráneos con un discurso que ha estructurado en torno a tres ideas: el mar, el puerto y el faro. Entre los presentes, el presidente de la República Francesa, Emmanuel Macron.

El mar

En primer lugar, se ha referido al Mare Nostrum, que «concentra los desafíos del mundo entero». «Es un frente de retos que atañe a todos: pensemos en el desafío climático, en el que el Mediterráneo representa un hotspot donde los cambios se dejan sentir con mayor rapidez», ha añadido.

En este sentido, ha recordado que el Mediterráneo debe ser «un laboratorio de paz», pues «es su vocación ser un lugar donde países y realidades diferentes se encuentren sobre la base de la común humanidad que todos compartimos, y no de ideologías contrapuestas».

Y ha añadido: «Es desde el grito de los últimos, a menudo silencioso, que debemos partir de nuevo; no de los primeros de la clase que, aun estando bien, levantan la voz».

El puerto

En la segunda parte de su discurso se ha referido a la realidad que viven los migrantes que se juegan la vida tomando como imagen el puerto. «Quien arriesga su vida en el mar no invade, busca acogida. En cuanto a la emergencia, el fenómeno migratorio no es tanto una urgencia momentánea, siempre oportuna para agitar la propaganda alarmista, sino una realidad de nuestro tiempo, un proceso que involucra a tres continentes en torno al Mediterráneo y que debe ser gobernado con sabia clarividencia: con una responsabilidad europea capaz de afrontar las dificultades objetivas».

Así, ha dicho que el Mare Nostrum «clama justicia con sus riberas rezumantes de opulencia, consumismo y despilfarro, por un lado, y de pobreza y precariedad, por otro».

Y ha renovado el llamamiento a la acogida y la protección: «Quienes se refugian con nosotros no deben ser vistos como una carga que hay que llevar; si los vemos como hermanos, se nos manifestarán sobre todo como dones. Dejémonos conmover por la historia de tantos hermanos y hermanas nuestros en dificultad, que tienen derecho tanto a emigrar como a no emigrar, y no nos encerremos en la indiferencia. La Historia nos llama a una sacudida de conciencia para evitar un naufragio de civilización».

De este modo, ha asegurado la solución no es rechazar, sino garantizar, en la medida de las posibilidades de cada uno, «un amplio número de entradas legales y regulares, sostenibles gracias a una acogida justa por parte del continente europeo, en el marco de la cooperación con los países de origen».

El faro

Finalmente, en la tercera idea, el Papa ha evocado la imagen del faro. «Pensando en el mar, que une a tantas comunidades creyentes diferentes, creo que podemos reflexionar sobre rutas más sinérgicas, quizás incluso considerando la oportunidad de una Conferencia de Obispos Mediterráneos, que permita más posibilidades de intercambio y que dé mayor representatividad eclesial a la región».

También ha defendido la promoción de una pastoral específica aún más coordinada, de manera que las diócesis más expuestas puedan asegurar una mejor asistencia espiritual y humana a las hermanas y hermanos que llegan necesitados.

Ha subrayado finalmente el el papel de las universidades y de los jóvenes. «Que las universidades mediterráneas sean laboratorios de sueños y astilleros del futuro, donde los jóvenes maduren encontrándose, conociéndose y descubriendo culturas y contextos cercanos y diferentes al mismo tiempo. Así se rompen prejuicios, se curan heridas y se evitan retóricas fundamentalistas».

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