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María, la Madre del cielo

Queridos hermanos:

El mes de mayo es el mes de las flores. Este año, los campos y las dehesas, los ríos y los pantanos, están llenos de plantas y de animales, de colores y de cantos. Una vez más, la naturaleza nos da una lección de vida: después del invierno viene la primavera, como después de la noche viene el día, después de la tormenta viene la calma, y después de la muerte la resurrección. Nuestro cuerpo participa de esta ley que Dios ha inscrito en su creación, y este tiempo pascual anuncia que Cristo resucitado es la primera criatura de la nueva creación, de la primavera de la salvación para toda la humanidad.

El día 5 de mayo se celebra en España el día de la madre, y todo el mes de mayo lo dedicamos a María, la Madre del cielo. A lo largo y ancho de nuestra diócesis hay múltiples romerías. En algunas de ellas he podido participar aclamando con vivas, besos y palmas a María con todos sus hijos cacereños.

¡Qué importante es poder decir “madre” con el corazón! Nos hace sabernos “hijos”, no perder la condición de niños, aunque seamos ya mayores. Quien tiene “madre” no envejece nunca. Aunque tenga muchos años, conserva la infancia espiritual, la ternura, la sencillez, la inocencia, la confianza… para no hacerse viejo en años y en crímenes y malicias, un peligro tan antiguo como la humanidad (cf. Dan 13,52).

Hoy domingo es el día de la Ascensión. Jesús se despide de sus apóstoles encargándoles que lleven el anuncio del evangelio a toda criatura y hasta el confín del mundo. Esta vocación de universalidad misionera de la Iglesia cuenta hoy con los medios de comunicación que permiten llegar a todos los rincones del mundo. Por eso, celebramos el próximo día 12 la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales. En nuestros días se han desarrollado enormemente la radio, la televisión, los periódicos, las redes sociales… y están omnipresentes en nuestras vidas. Seguramente estamos más informados que nunca de todo lo que pasa en el mundo y a nuestro alrededor. Los medios de comunicación tienen un gran potencial para lo bueno y para lo malo, para concienciar en valores y rectos juicios, pero también para confundir y manipular. Son instrumentos sujetos a la voluntad humana, que puede hacer de ellos un servicio y beneficio para la sociedad, o fomentar el enfrentamiento, el odio y la desvinculación.

Todo instrumento tiene un manual de instrucciones para saber usarlo, y en nuestros días es más necesario que nunca tener criterios y principios claros para discernir y valorar el enjambre de informaciones. La dignidad infinita y sagrada de la persona humana, y el destino universal de los bienes creados por Dios para el bien común forman parte del Evangelio que Jesús anunció y encarnó. Conjugar ambos es responsabilidad nuestra.

Con mi bendición,

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