La llegada de migrantes a Canarias ha batido este año todos los récords y superado las crisis de 2020 y 2006. En total, son más de 32.000 personas, entre las cuales hay 4.700 menores no acompañados, algunos todavía pendientes de las pruebas de determinación de edad.
Según detalla a ECCLESIA David Melián, abogado y director del Secretariado de Migraciones de la diócesis de Canarias, aunque se están produciendo derivaciones a la península, los dispositivos de acogida en las islas siguen saturados, tanto que incluso han tenido que ampliar plazas. Por ejemplo, en uno de los campamentos en Tenerife se han eliminado zonas comunes para poner más camas.
A pesar de que reconoce el gran esfuerzo que está haciendo el Gobierno de Canarias, afirma que, en estos momentos, «lo urgente está eclipsando lo importante». Lo mismo sucede con los traslados a la península. Como se están haciendo con mucha agilidad, señala el abogado, no es posible cumplir con todas las garantías e incluso detectar vulnerabilidades.
En cualquier caso, las llegadas han descendido en los últimos días porque el tiempo está empeorando, pero no se detienen. Por tanto, la travesía es más peligrosa. Melián recuerda que el pasado fin de semana fallecieron cuatro personas y la semana pasada un menor de 13 años.
Ante esta situación, las dos diócesis canarias y Cáritas están trabajando en un documento conjunto con propuestas para mejorar el sistema de acogida. También continúan con las tareas de sensibilización —acto especial a mediados de diciembre—, prestando asistencia jurídica y dando acompañamiento en los CIE y los campamentos.
La otra tarea son los corredores de hospitalidad. Este jueves, dos chicos más viajan a la península gracias a la Iglesia, que les ha ofrecido un alojamiento e itinerario de integración, concretamente en Jerez. La salesiana Ana María Cabrera será la encargada de acompañarlos hasta su destino. Volarán a Sevilla y de allí se trasladarán a la ciudad gaditana, donde vivirán en un hogar de los Hermanos de las Escuelas Cristianas – La Salle.
Se trata de dos jóvenes extutelados y que acaban de cumplir la mayoría de edad, un colectivo en el que la Iglesia está poniendo el foco y que considera prioritario para incorporarlos a estos corredores. De otra manera, acabarían en la calle.