Vincenzo Paglia, presidente de la Pontificia Academia para la Vida, propuso al Gobierno de izquierdas durante la pandemia la creación de una comisión para reflexionar sobre el nuevo pueblo de 14 millones de personas mayores
Durante lo peor de la pandemia, Vincenzo Paglia, presidente de la Pontificia Academia para la Vida, mantuvo una conversación de 45 minutos con uno de los ministros del entonces Gobierno progresista de Italia. El ministro de la extrema izquierda, reconoce el obispo italiano. En aquella conversación, Paglia planteó al dirigente la necesidad, al mismo tiempo que se combatía la COVID-19, de crear una comisión para reflexionar sobre un nuevo pueblo: los 14 millones de ancianos.
Y le llama nuevo pueblo, porque todo este caudal humano es resultado del hecho de que vivimos entre 20 y 30 años más. Y, sin embargo, no hay ningún pensamiento sobre él, ni siquiera, dice, «somos capaces de mantener la vida».
El ministro quedó convencido tras el intercambio y decidió ir adelante con la propuesta, pero con una condición: que el Vaticano y, en concreto, Paglia, la liderase.
—Pero yo soy un cura, un obispo, trabajo en el Vaticano…
—Y yo soy el ministro de extrema izquierda. No necesitamos técnicos, necesitamos visión y yo quiero esta visión.
Así, no sin dificultades, pues hubo quien no consideró pertinente que un obispo participase de esta cuestión, la comisión se formó. Presidida por el obispo italiano y con los miembros que él decidió.
Se pusieron manos a la obra. En primer lugar, para entender quién formaba parte de este nuevo pueblo del que hablaba, cómo vivía, cuáles son sus derechos y los deberes de la sociedad con ellos. Y con un grupo de juristas católicos redactó la Carta de derechos de las Personas Mayores y los Deberes de la Comunidad. Un texto que acaba de editar y presentar en España la Fundación Pablo VI, precisamente, con la presencia de Vincenzo Paglia.
El valor de este documento, según se puede leer en el preámbulo, es el siguiente: «Incidir en el ordenamiento jurídico proporcionando al legislador principios y derechos fundamentales que puedan ser reconocidos formalmente en actos jurídicos concretos y, por otro, ofrece indicaciones operativas y organizativas a las instituciones y operadores llamados a ocuparse de las personas».
El primer objetivo se alcanzó el año pasado, con la aprobación de una nueva ley. Se hizo por unanimidad y tras un cambio de Gobierno. A Paglia no le llevó más de diez minutos convencer al nuevo primer ministro.
Todos los ancianos en sus casas
El nuevo paradigma se resume en la siguiente afirmación, tal y como manifestó el propio dirigente vaticano en un diálogo con la exministra de Sanidad de España, María Luisa Carcedo, en la Fundación Pablo VI: «Los ancianos queremos estar en nuestra casa. Es una crueldad que seamos descartados».
Puso encima de la mesa propuestas como la asistencia domiciliaria, la cohabitación, centros de día y aseguró que los mayores viven mejor y, además, de este modo se ahorra dinero a las arcas del Estado, pues tienen que ir menos al hospital.
Toda esta concepción quiere superar el olvido al que están sometidos los mayores e implicarlos en la construcción de la sociedad. De hecho, dejó una frase muy contundente al referirse a la pandemia: «La COVID-19 encontró a los ancianos y murieron porque los habíamos descartado».
En este sentido, los mayores también tienen una responsabilidad, pues tienen que ser conscientes de que son sujetos políticos, eclesiales, económicos… y redescubran una nueva vocación.
Todo este trabajo realizado, presentado este martes, 20 de febrero, quiere extenderse por todos los países de Europa, también en España.