Queridos/as diocesanos/as,
¡Feliz Día Internacional de la Mujer! Zorionak emakume guztiei eta zorionak denoi!
El viernes, 8 de marzo, celebramos este día y lo hacemos, como siempre, para destacar el crucial papel que las mujeres desempeñan en todos los ámbitos de la sociedad, incluida la Iglesia.
Cada 8M es una oportunidad para reconocer y apreciar la contribución única y significativa que las mujeres han hecho y continúan haciendo en la vida de la Iglesia y de nuestra tierra.
El Papa Francisco ha señalado, en repetidas ocasiones, la importancia de la presencia activa de las mujeres en la Iglesia, reconociendo su papel vital en la transmisión de la fe, en el servicio a los demás y en la promoción de la justicia y la paz. Me gustaría compartir estas palabras del Santo Padre que recoge esta visión: “Estoy convencido de la urgencia de ofrecer espacios a la mujer en la vida de la Iglesia (…) y de tener una presencia femenina más capilar e incisiva en la comunidades pues la Iglesia es mujer (…). Esa dimensión femenina de la Iglesia es el seno acogedor que genera y regenera la vida”.
En nuestra Diócesis, en organismos eclesiales, en consejos de gobierno, en entidades de participación y en parroquias, seguimos dando pasos en este sentido para que la mujer esté más presente y su voz sea más escuchada. Las tres mujeres presentes en el Consejo de Gobierno de la Diócesis han marcado un antes y un después en la toma las decisiones más importantes en estos dos últimos años, también en los nombramientos sacerdotales.
En la exhortación apostólica Evangelii Gaudium, el Papa Francisco afirma igualmente que “las mujeres tienen una capacidad única para comprender el mundo, para recibir a los demás con ternura y para ofrecer un amor incondicional y misericordioso”. Aprovechemos este potencial. Lo necesitamos especialmente en la Iglesia
El 8 de marzo es un día también importante para recordar a las grandes mujeres, santas y doctoras de la Iglesia, personas cuya santidad, sabiduría y valentía han dejado una huella indeleble en la historia de nuestra fe, como por ejemplo Santa Teresa de Ávila, Santa Catalina de Siena o Santa Teresa de Lisieux. Estas mujeres son faros de luz y guía para millones de fieles a lo largo de los siglos y hoy, también, damos gracias a Dios por tantas grandes mujeres, santas de la puerta de la lado, que son esperanza en estos tiempos convulsos y apasionantes. Junto a ellas y en cabeza, Santa María, modelo, figura y tipo de la Iglesia; Ella, su manera de ser y de actuar, es la clave de la fecundidad de la vida cristiana.
La Diócesis de Vitoria quiere valorar a las mujeres de la vida consagrada, voluntarias 24 horas, apasionadas del Señor y de los hermanos; a las madres, hermanas, esposas e hijas que desde la familia iluminan el tejido social y el mundo laboral; a las mujeres referentes profesionales por su manera de plasmar el genio femenino en la construcción de la sociedad; a las mujeres de las distintas confesiones religiosas, culturas, tradiciones y sensibilidades presentes en nuestra tierra; Con estas letras quiero invitar a todos los fieles a reconocer y a agradecer el papel esencial de las mujeres en la Iglesia y en la sociedad.
Hoy, por desgracia, seguimos conociendo a nuestro alrededor casos de violencia contra las mujeres; Hay bebes, niñas y ancianas indefensas, víctimas de violencia o maltrato. Mujeres esclavizadas en la lacra de la trata de personas y que son rostro de la pobreza y la exclusión. Más que nunca, necesitamos ser escudo de todas estas situaciones. La Iglesia quiere ser hospital de campaña para ellas y casa donde puedan desarrollar su vida con dignidad. Las mujeres más vulnerables forman parte del corazón del Evangelio.
En esta etapa sinodal de diálogo y corresponsabilidad, quiero hacer un llamamiento a todas las mujeres que creen que pueden llevar más responsabilidades en nuestra Diócesis, para que lo expresen explícitamente y para que hagan propuestas concretas de acción. Es una invitación que trata de poner en valor todas las posibilidades de participación de las mujeres en la comunidad cristiana; las posibilidades compatibles con la identidad y misión de la Iglesia universal hoy también en nuestra tierra; las posibilidades reales que implican a futuro formación, coordinación y liberación de otras tareas; y las posibilidades de decisión en temas diocesanos importantes.
Que este Día Internacional de la Mujer sea una ocasión para renovar nuestro compromiso de construir un mundo donde cada mujer sea nuclear en el proyecto humano que Dios sueña.
Mi bendición, Agur besarkada bat!
+ Juan Carlos Elizalde. Obispo de Vitoria