“Ojalá todo el pueblo del Señor fuera profeta y recibiera el espíritu del Señor”. Dios había pedido a Moisés que compartiera su espíritu con setenta ancianos. Cuando les impuso las manos, Eldad y Medad no estaban presentes en aquel rito. Sin embargo, recibieron igualmente el don de profecía.
Josué se apresura a sugerir a Moisés que prohíba a aquellos dos ancianos profetizar. Pero Moisés manifiesta su opinión, que parece una auténtica profecía: “Ojalá todo el pueblo del Señor fuera profeta y recibiera el espíritu del Señor” (Núm 11,25-29).
Al evocar este deseo de Moisés, adquiere actualidad la oración que repetimos hoy con el salmo responsorial: “Preserva a tu siervo de la arrogancia” (Sal 18,14).
La carta de Santiago incluye una seria advertencia a los ricos: “Vuestro oro y vuestra plata están oxidados y su herrumbre se convertirá en testimonio contra vosotros y devorará vuestras carnes como fuego. ¡Habéis acumulado riquezas… en los últimos días!” (Sant 5,3).
TRES OBSERVACIONES
Algunos discípulos de Jesús han encontrado a uno que expulsaba demonios en el nombre de Jesús, aunque no pertenecía al grupo de sus seguidores. Juan comunica a Jesús que han tratado de impedírselo. Pero Jesús ordena que no se lo impidan (Mc 9,38-48).
• Juan no ha comprendido que Jesús y su espíritu no son una propiedad exclusiva de un grupo de selectos. Su vida y su mensaje se ofrecen a toda la humanidad. En el nombre de Jesús se anuncia la salvación para todos.
• Además, Juan parece considerar que los que no pertenecen al grupo de los llamados por Jesús han de ser necesariamente sus enemigos. Necesita llegar a comprender que el Espíritu sopla donde menos se le espera.
• Y finalmente, Juan todavía no ha llegado a descubrir que los enfermos, los marginados y todos los esclavizados por el mal necesitan no solo una ayuda institucional sino, sobre todo, el anuncio de la salvación.
TRES MENSAJES
Tras escuchar a Juan, Jesús se vuelve a sus discípulos para decirles: “No se lo impidáis, porque uno que hace milagros en mi nombre no puede luego hablar mal de mí. El que no está contra nosotros está a favor nuestro”. He ahí tres mensajes válidos para todos los tiempos.
• Las prohibiciones. Con demasiada frecuencia pensamos que los grandes valores se defienden prohibiendo unas iniciativas que, aunque sean buenas, nos parecen rechazables. Mejor sería para todos intentar el acercamiento y el diálogo.
• Los milagros. Con mucha frecuencia creemos que los milagros son fenómenos que pertencen a otros tiempos. Mejor sería abrir los ojos para ver que la providencia de Dios se hace presente entre nosotros de la forma más inesperada.
• La concordia. Con excesiva frecuencia consideramos a los demás como adversarios y competidores. Mejor sería aprender a considerar el mundo como el amplio campo de una misión de gracia y salvación, que nos ha sido confiada a todos.
– Señor Jesús, también hoy te sirves de muchos profetas para hacer llegar a todos tu mensaje. Líbranos de la arrogancia y del exclusivismo. Enséñanos a abrirnos cada día a las iniciativas del Espíritu. Y a colaborar con quienes hacen el bien en tu nombre. Amén.