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Rafael Cob, obispo de Puyo: «Somos un país de fe: pedimos al Sagrado Corazón que salve a Ecuador de la violencia»

El misionero español narra el drama que está viviendo el país en estos momentos: «Hay temor y la sensación de caos se ve alimentada por la pobreza y la corrupción»

En momentos de zozobra para el país hermano de Ecuador, monseñor Rafael Cob —burgalés de nacimiento— atiende a ECCLESIA desde su misión como obispo vicario apostólico de Puyo, en plena selva del Amazonas. Justo antes de la explosión de la rebelión, celebraba sus bodas de plata episcopales —fue nombrado por san Juan Pablo II— junto a su familia desplazada desde España. Varias personas contactadas por ECCLESIA han declinado hablar por su propia seguridad, pero él sí ha decidido dar la cara y hablar a las claras del drama que se vive en su país.

¿Qué es lo que está pasando en Ecuador para que se produzca semejante brote de violencia?
El Gobierno decretó el Estado de Excepción porque dos cabecillas de estas bandas criminales se fugaron de la cárcel, y esta medida trajo una respuesta generalizada y coordinada de estos grupos terroristas en todo el país, sobre todo del litoral. Hay gran cantidad de rehenes en casi todas las prisiones, sobre todo agentes de policía y guías penitenciarios. Hace unos días, vivimos el momento culminante con el asalto a una televisión que trajo momentos ciertamente dramáticos. Gracias a Dios, la policía logró rescatar a los trabajadores sin que se registraran muertes, y detener a 13 rebeldes. Eran personas bastante jóvenes, lo cual evidencia que los jóvenes en Ecuador son presas fáciles para que ser captadas por estas bandas.

La situación es muy difícil, pero tampoco es algo nuevo, a tenor de lo que ya advirtieron los obispos en la última Plenaria…
Lo cierto es que nos ha sorprendido, aunque no tanto por la metodología de estos grupos criminales y terroristas. No es algo nuevo, porque en el pasado ya hubo otros intentos, pero ahora han tomado prácticamente todas las cárceles. Pero hay caos y desesperación. Sin embargo, no debemos caer ni en el pánico estéril que hace el juego de los violentos ni en la ingenuidad de bajar los brazos, creyendo que esta lucha es solo de quienes nos gobiernan. Desde luego que consideramos toda actividad reñida con la ley, en cualquier instancia de la sociedad y del Estado, como una traición a la patria, a los valores más sagrados de nuestra ecuatorianidad y a Dios, que será el Juez de nuestras vidas.

¿Cómo está viviendo la población esta crisis?
La violencia se ha vuelto algo generalizado, hay temor y la sensación de caos se ve alimentada por la pobreza y la corrupción. La gente tiene miedo, porque estas bandas están coordinadas y sus tentáculos llegan, por el microtráfico de drogas, a todas las provincias. Ante el Estado de Excepción, se han suspendido las clases —toda la actividad académica es virtual—, y esto está generando un cierto temor a salir a la calle. Otros, terceros, han aprovechado la situación para robar y, por eso, varias tiendas también han decidido cerrar.

¿Cuál es la situación concreta en su provincia apostólica?
Las principales revueltas se han producido al este del país. Nosotros estamos aquí, en la selva, y no ha habido tanto, el incendio de un coche, alguna muerte por el sicariato meses atrás… No hay lo mismo que en las grandes ciudades. Además, tenemos una cárcel con unas 60-70 personas, que no es comparable a las grandes prisiones del país, donde se cuentan a miles. Acababa de celebrar mis bodas de plata episcopal con mi familia, venida de España, y gracias a Dios todo esto estalló el día en que ellos tomaron su avión de regreso a Madrid.

¿Cuál cree que debe ser el papel de la Iglesia y sus pastores, los obispos, en esta crisis?
La Iglesia lanzó desde el minuto uno un comunicado dirigido a todos los hombres y mujeres de buena voluntad que viven en Ecuador, titulado bien a las claras “La violencia no prevalecerá”. Hicimos una llamada a los ecuatorianos para que se mantuvieran unidos y rezaran por la paz, para que la gente pueda vivir, afrontar las pérdidas económicas y vuelva la seguridad a las calles. Nos comprometemos con la vida y la justicia.

Todo esto coincide con el 150 aniversario de la consagración del país al Sagrado Corazón: ¿qué le piden hoy?
Que salve al Ecuador. Somos un país de fe. Desde niños aprendimos que todos somos hermanos llamando Padre a Dios; a Él le confiamos, una vez más, la integridad de cada ecuatoriano de bien, y la estabilidad del Estado como garantía de que la paz volverá lo antes posible. Seguimos confiando en el Sagrado Corazón de Jesús y de María para que nos protejan y nos ayuden a salir delante de este impasse. Hemos expuesto al Santísimo en todas las iglesias y los fieles van acercándose poco a poco a orar con mayor confianza y seguridad. Pedimos que ese mensaje de la Navidad —paz en la tierra a los hombres— se haga realidad. Necesitamos seguir pidiendo para que haya justicia, toda vez que un informe de la Fiscalía General del Estado denuncia que hay una metástasis de la corrupción a todos los niveles en el aparato de justicia.

¿Cuáles diría que son las causas que nos han traído hasta aquí?
En mi opinión, es una combinación de tres factores. En primer lugar, unas bandas fortalecidas por su propia colaboración entre ellas y por la cooperación de los cárteles internacionales, así como por la pobre actuación de gobiernos débiles que no supieron cortar a tiempo, en el mejor de los casos, o que, directamente, lo favorecieron, en el peor. En segundo lugar, la economía del mercado de la droga y el tercero es la corrupción, que está en las bases y en las cúpulas de la policía.

¿Puede un Estado sobrevivir con tanta corrupción en sus entrañas?
La depuración que se quiso llevar a cabo en el seno de las fuerzas del orden no se ha completado, a veces por la debilidad de los gobiernos. Ahora, se ve con toda su crudeza que las bandas estaban infiltradas en la policía. Se ve cómo las fuerzas del orden ceden al mal y que estos agentes dobles están armando a los delincuentes, porque tienen armas y explosivos de calidad y en una cantidad que no se puede explicar de otra manera.

Pese a la gravedad del escenario, ¿queda algún resquicio para el optimismo?
Sí: aunque el país está pendiente, poco a poco se van serenando los ánimos. La policía y el ejército están actuando de manera conjunta y parece que con buenos resultados; la gente está contenta con el trabajo de las fuerzas del orden. Ojalá el Gobierno de ahora con las medidas de ahora pueda restablecer un equilibrio del orden en el país, pues las revueltas se han generalizado, casi todas las cárceles tienen rehenes. El Gobierno de momento ha rechazado la negociación y se está intentando rescatar a algunos rehenes de las azoteas de las cárceles con helicópteros.

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