En su participación en la sesión final del Congreso La Iglesia en la Educación lamenta que a menudo las escuelas católicas son excelentes en calificaciones, pero carecen de un proyecto y una identidad cristianos. Anima a congregaciones y diócesis a unirse para no perder presencia ante la crisis demográfica y la competencia
Interesante intervención del prefecto del Dicasterio para la Cultura y la Educación, cardenal José Tolentino de Mendonça en España, en el Congreso La Iglesia en la Educación. Ante 1.200 personas provenientes de distintos sectores educativos, el purpurado ha reivindicado la presencia y aportación de la Iglesia en el mundo de la educación. Una presencia que no se una elección: «Para el ser humano, la educación es un derecho. Para la Iglesia, la educación es un deber».
Así, ha subrayado que la Iglesia es el primer proveedor del mundo de educación universitaria con 1.700 universidades católicas y tercero en educación escolar con 220.000 colegios. «En ambos casos —ha continuado—, es primera por la presencia capilar en todos los rincones de la tierra, por la diversidad de contextos sociales y humanos en los que se ubica».
En segundo lugar, el purpurado portugués ha constatado que la sociedad actual vive una crisis de sentido, de desorientación… que tiene su reflejo en los problemas de las nuevas generaciones, que ven cómo aumentan los problemas relacionados con la salud mental.
Pacto Educativo Global
Y en este contexto, Tolentino de Mendonça ha reseñado dos propuestas educativas que son, en el fondo, un cambio de modelo. Se trata del Pacto Educativo Global promovido por el papa Francisco y el Nuevo Contrato Social para la Educación de la UNESCO. La propuesta del Pontífice —ha ahondado el cardenal— tiene que ver con la educación para la solidaridad y la fraternidad y se toca de algún modo con la de la UNESCO, que reconoce que «los modelos de desarrollo basados en el crecimiento y en la competitividad han llegado a sus límites».
«El Papa propone una educación no basada en la competitividad, sino en la solidaridad, y con el objetivo último de construir la fraternidad universal. Este siglo debe ser el de la fraternidad», ha añadido.
Y para ello, el Pacto Educativo Global ofrece siete caminos, que se ofrecen a colegios y universidades para renovar sus estatutos, planes y currículos: poner a la persona en el centro, escuchar a las jóvenes generaciones, promover a la mujer, responsabilizar a la familia, abrirse a la acogida, renovar la economía y la política y salvaguardar la casa común.
Así, Tolentino de Mendonça ha preguntado si las escuelas católicas están poniendo esto en marcha, pues, ha constatado, «a menudo son excelentes en las calificaciones, pero carecen de un proyecto y una identidad cristianos».
Otro desafío al que responder es la supervivencia. No hay presencia si no se mantiene la oferta, algo complicado en un momento dominado por la baja natalidad y la competencia feroz. Por ello, recogiendo la carta que su dicasterio y el encargado de la vida consagrada ha renovado el llamamiento a «crear un coro entre los institutos de vida consagrada implicados en la educación; hacer coro entre los obispos, los párrocos, toda la pastoral diocesana y la riqueza de carismas educativos garantizados por los religiosos».
A modo de conclusión, ha reiterado el llamamiento del papa Francisco a educar en la fraternidad, que significa «hacer alianzas, crear redes, cantar en coro, construir puentes». «No tengamos miedo de unir a todos los sectores sociales en torno a una causa común como es la educación».