Queridos hermanos y hermanas:
Este año Manos Unidas nos propone un tema de reflexión que pudiera parecer que nada tiene que ver con la campaña contra el hambre, pero no es así. Nos invita a pensar en las consecuencias para la humanidad del cambio ecológico, haciendo especial mención a los llamados migrantes climáticos, es decir, a los que tienen que abandonar su tierra porque en ella ya no pueden sobrevivir.
La sombra de las zonas del planeta en las que se hace imposible la vida se extienden ante nuestra indiferencia. La desertización, la contaminación de las aguas, la deforestización, la contaminación del aire, y otros fenómenos climáticos hacen que cerca de la mitad de la población mundial viva en contextos considerados altamente vulnerables al cambio climático, ya sea por su ubicación geográfica o por la condiciones socioeconómicas. También en este caso los pobres son los más vulnerables a los fenómenos climatológicos extremos.
Por todo esto, la campaña de Manos Unidas de este año nos enfoca hacia un planeta sostenible, sin pobreza, hambre ni desigualdad, porque existe una “íntima relación entre los pobres y la fragilidad del planeta” (LS16).
El Papa Francisco en su Carta encíclica “Laudato Si” nos recuerda la relación entre lo que acontece en la naturaleza con la situación de pobreza de los que la habitamos. Los atentados contra la creación son atentados contra el hombre y su dignidad.
En esta situación el hombre y su actividad irrespetuosa con lo creado es la causa, pero también la solución. En el sistema mundial actual prima la especulación y la búsqueda de renta financiera, sobre la dignidad humana y el cuidado de la casa común. “Que los seres humanos destruyan la diversidad biológica en la creación divina; que los seres humanos degraden la integridad de la tierra y contribuyan al cambio climático, desnudando la tierra de sus bosques naturales o destruyendo sus zonas húmedas; que los seres humanos contaminen las aguas, el suelo, el aire. Todos estos son pecados. Porque «un crimen contra la naturaleza es un crimen contra nosotros mismos y un pecado contra Dios»” (Bartolomé. Patriarca de Constantinopla, citado por el Papa Francisco en LS 8).
En el cambio en nuestro modo de vida y en las acciones que deterioran el medio, y que dejan en la exclusión a buena parte de los habitantes del planeta, está la solución al problema. Podemos hablar de una verdadera conversión. En este sentido son iluminadoras las palabras del Papa que vienen a concretar esta necesaria conversión: “La espiritualidad cristiana propone un modo alternativo de entender la calidad de vida, y alienta un estilo de vida profético y contemplativo, capaz de gozar profundamente sin obsesionarse por el consumo (..) Se trata de la convicción de que «menos es más». La constante acumulación de posibilidades para consumir distrae el corazón e impide valorar cada cosa y cada momento. En cambio, el hacerse presente serenamente ante cada realidad, por pequeña que sea, nos abre muchas más posibilidades de comprensión y de realización personal. La espiritualidad cristiana propone un crecimiento con sobriedad y una capacidad de gozar con poco. Es un retorno a la simplicidad que nos permite detenernos a valorar lo pequeño, agradecer las posibilidades que ofrece la vida sin apegarnos a lo que tenemos ni entristecernos por lo que no poseemos. Esto supone evitar la dinámica del dominio y de la mera acumulación de placeres (LS 222).
La crisis ecológica, por tanto, también tiene sus rostros, el de las mujeres que caminan muchos kilómetros para buscar el agua para sus hogares, el de los campesinos que no pueden cultivar una tierra que se ha desertizado, el de niños sin escolarizar por falta de electricidad, o el de los que trabajan en minas de coltán con riesgo de su vida para que nosotros tengamos móviles y ordenadores.
En nuestra diócesis son muchos los voluntarios y colaboradores de Manos Unidas que junto con el equipo directivo de la Delegación trabajan cada día para despertar nuestra conciencia, muchas veces adormecida, ante el hecho de la pobreza en el mundo y sus causas, al tiempo que nos llaman a la solidaridad humana y material. Gracias a cada uno por la entrega infatigable.
Este año la Delegación de Manos Unidas de Getafe nos invita a colaborar con tres proyectos que realizaremos con la ayuda de todos: un programa de inclusión social de infancia, jóvenes y mujeres en aldeas marginales, en el estado indio de Telangana; un proyecto para propiciar el acceso seguro a servicios de atención materno infantil en Sokode (Ghana), y otro proyecto que promueve el derecho al agua de calidad y gestión comunitaria en comunidades indígenas de Palmira, en Ecuador.
Con estas palabras del Papa Francisco, que son deseo e invitación, quiero terminar mi carta: “Necesitamos fortalecer la conciencia de que somos una sola familia humana. No hay fronteras ni barreras políticas o sociales que nos permitan aislarnos, y por eso mismo tampoco hay espacio para la globalización de la indiferencia” (LS 52).
Os saludo con afecto y os bendición de corazón.
+ Ginés Ramón García Beltrán. Obispo de Getafe