Este domingo, solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, nos encontramos ya a las puertas del Jubileo de 2025. El papa Francisco nos propuso que nos preparásemos para este importante acontecimiento dedicando un año a la oración. En este año, no podía faltar una reflexión sobre la oración que Jesús mismo nos enseñó. El evangelista Lucas nos explica el episodio en que los discípulos encontraron a Jesús orando. Impresionados por la manera en que rezaba, le pidieron que les enseñara a orar. Jesús les respondió con la oración del Padrenuestro (cf. Lc 11,1-2).
El Padrenuestro* es una oración que la mayoría de nosotros aprendimos de niños. A menudo la rezamos de una manera rutinaria. Hoy os querría invitar a saborear cada palabra de esta bella oración. Si meditamos el Padrenuestro con fe aprenderemos a dirigirnos a Dios como a un padre, al que pedimos todo lo que necesitamos para nuestra vida cristiana.
Jesús nos enseña que Dios es un buen padre, con el que podemos compartir nuestras alegrías, tristezas y esperanzas. Él siempre nos está buscando. Él siempre espera a sus hijos con los brazos abiertos. Nos lo dice el autor de la primera carta de Juan con estas palabras: «Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos!» (1Jn 3,1).
Dios es ciertamente un padre y quiere lo mejor para sus hijos. Él ha diseñado con ilusión un proyecto para nuestro mundo. Cuenta con nosotros para que construyamos entre todos su Reino de paz y amor. No nos desanimemos si a veces el Reino de Dios parece una realidad pequeña y frágil. Dios lo hará fructificar con la ayuda de su gracia. ¡Que venga a nosotros su Reino!
Jesús nos enseña a confiar en Dios y a abrirle nuestro corazón. Podemos orar a nuestro Padre para que nos dé el pan de cada día, el pan de la Eucaristía y el pan de la Palabra. Pidámosle, sobre todo, que nos enseñe a ser buen pan para los demás, especialmente para todos los que la vida ha dejado al borde del camino.
Jesús nos pide que reconozcamos ante Dios nuestras limitaciones y pecados. Dice el profeta Oseas que nuestro amor es como el rocío, que al alba desaparece (cf. Os 6,4). Sin embargo, el amor de Dios es infinito. Nada puede apagar la ternura que siente por nosotros. Solo Él nos puede ayudar a amar a nuestros hermanos y a perdonar a aquellos que nos han ofendido.
Queridos hermanos y hermanas, tal como nos dice Tertuliano, uno de los padres de la Iglesia, el Padrenuestro es un resumen del Evangelio. Pidamos al Espíritu Santo que la oración que Jesús nos enseñó nos ayude a transformar el mundo con la buena nueva de su amor.