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Vivamos la Navidad con los pastores

Un año más celebramos la Navidad. Son unas fiestas particularmente entrañables: los encuentros con los familiares y amigos; las felicitaciones y regalos que recibimos que fortalecen la amistad entre las personas; el ambiente que se crea en nuestros pueblos y ciudades; las tradiciones vinculadas a estas fechas, los nacimientos que decoran nuestros hogares… todo ayuda a crear un clima espiritual y humano que hace brotar los mejores sentimientos en nuestros corazones. Pero todo esto no debería distraernos de centrar nuestro corazón en Aquel cuyo nacimiento celebramos: Jesús ha de ser el centro de estos días.

Los primeros en enterarse del nacimiento del Señor fueron los pastores que pasaban la noche al aire libre. Se les anunció «una buena noticia” que sería una “gran alegría para todo el pueblo» (Lc 2, 10): «en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor» (Lc 2, 11). Sorprende que un acontecimiento tan importante para el Pueblo de Israel y para la historia de la humanidad no se diera a conocer en primer lugar a las autoridades y jefes del pueblo, sino a unos insignificantes pastores. Esto entra en la lógica del modo de actuar de Dios. Ellos eran los que tenían el corazón más dispuesto para creer que lo que se les anunciaba era verdad por dos motivos: en primer lugar, porque cuando todos dormían en el silencio de la noche, ellos estaban velando (Lc 2, 8). En segundo lugar, porque el Hijo de Dios había entrado en el mundo de tal modo, que los que ponen su esperanza en las grandezas humanas, no hubieran creído que aquel niño envuelto en pañales y recostado en un pesebre era el «Salvador, el Mesías, el Señor» (Lc 2, 11). Solo los pobres y aquellos que aman la pobreza pueden ver al Hijo de Dios en aquel niño pobre y pequeño.

¿Cómo reaccionaron los pastores al anuncio del ángel? El texto evangélico nos dice que se dijeron unos a otros: “Vayamos, pues a Belén, y veamos lo que ha sucedido y que el Señor nos ha comunicado». Después de escuchar el anuncio de los ángeles y de acogerlo sin dudar lo más mínimo, se «fueron corriendo» (Lc 2, 16). Reaccionaron sin pensarlo dos veces. Cuando la fe es auténtica, y la fe de los sencillos lo es, la respuesta a Dios no se hace esperar. Busquemos estos días a Jesús con la prontitud de estos pastores.

Cuando llegaron y vieron al niño «se volvieron dando gloria y alabanza a Dios por todo lo que habían oído y visto» (Lc 2, 20) y «contaron lo que se les había dicho de aquel niño» (Lc 2, 17). Alababan a Dios y hablaban del niño. Y es que sus vidas se habían llenado de la alegría del Señor.
Que el Señor nos conceda vivir estos días en la alabanza a Dios y dando un testimonio sencillo de la fe como lo hicieron aquellos pastores.
Feliz y santa Navidad a todos.

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