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«Y convivió con nosotros»

Una de las preguntas del último examen de Religión de primero de ESO consistía en completar los huecos que faltaban a la oración del ángelus. Casualmente, dirían los más escépticos, cuando llevaba dándole vueltas varios días al tema sobre qué escribir este comienzo de año, y con la idea del prólogo del Evangelio de san Juan rondándome la cabeza, la respuesta de una alumna me terminó de iluminar. 

Mientras vigilaba la prueba, me dio un vuelco el corazón al ver cómo una alumna completaba la tercera respuesta a la oración: «Y el Hijo de Dios se hizo hombre». Cambió «y habitó entre nosotros» por «y convivió con nosotros». 

Desde el comienzo del ministerio sacerdotal, hace poco más de tres años, tengo presente que no solo celebro la Misa para la gente, sino que lo hago con ellos. Esta idea de fondo, seguramente compartida con muchos compañeros sacerdotes más veteranos y noveles, y ese «y convivió con nosotros» que escribía la alumna en su examen, pueden ayudarnos a los discípulos misioneros: laicos, sacerdotes y consagrados. 

Si solo utilizamos la preposición «para», corremos seriamente el riesgo de situarnos fuera del escenario de la vida, pudiendo acabar convirtiéndonos en meros organizadores de eventos, tristes y agobiados gestores de estructuras pastorales. Si además de la preposición «para», articulamos la preposición «con», todo cambia. Pasamos de gerentes de estructuras a alegres testigos de Cristo vivo. De situarnos fuera y por encima, a sabernos dentro y junto a quienes nos envía el Señor a servir. Ya lo dijo Francisco: «Sed pastores con olor a oveja». Solo sirve quien comparte la vida. La respuesta de esta niña hace justicia al espíritu del Evangelio y a la misión de Cristo: «Y el Hijo de Dios se hizo hombre, y convivió con nosotros».  

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