Hoy, todo son peros, dudas y justificaciones. Siempre mirando hacia otro lado y buscando excusas “he comprado un campo y necesito ir a verlo. Dispénsame, por favor. Otro. He comprado cinco yuntas de bueyes y tengo que ir a probarlas…Otro…me acabo de casar y no puedo ir” (Lc. 14, 18-20)…que…Hasta que uno se compromete necesita seguridades, y garantías, el cheque en blanco no existe. Pero hoy, Juan, Ken y José Humberto, han firmado en blanco en el contrato de su vida con Dios. Han dicho SÍ. Y quieren hacerlo para toda la vida. “Y dejándolo todo lo siguieron” (Lc. 5, 11), sin escusas, sin bueyes ni campos que probar. Su mirada en el horizonte se cruza con la de Jesús que les ofrece una nueva vida.
Un SÍ a Dios, sin condiciones, sin buscar contraprestaciones. Han dicho SÍ a la diócesis, a nuestros futuros proyectos pastorales. Han escuchado la voz de Jesús que les dice “rema mar adentro y echad vuestras redes para la pesca” (Lc. 5, 4). En esa pesca, en la diócesis, están todos, los cristianos y también los no creyentes. Somos enviados a todos, porque somos iglesia para todos y para el mundo, sin importar el credo. SÍ a un estilo de vida diferente a la de muchos jóvenes de su edad. Es una vida contracorriente. Es una vida de entrega, de donación, de servicio y generosidad. Pero es una vida feliz. Sí, diciendo sí a Dios uno es feliz.
Como obispo, ni Ken, ni Juan ni José Humberto me han pedido nada a cambio de su SÍ. Unos días antes de su ordenación hablé con ellos. Con cada uno individualmente. Los veía ilusionados, les escuchaba generosos, se mostraban disponibles. Ni una sugerencia, ni una petición, abiertos a la voluntad de Dios y a lo que la obediencia les diga, disponibles al plan de Dios en sus vidas. Como María, ellos también me dijeron “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra” (Lc. 1, 38).
Ken, Juan y José Humberto están llamados a servir, porque una iglesia que no sirve, ¿para qué sirve?, no sirve para nada. Los tres vienen con el corazón limpio, abierto a compartirlo, a entregarlo. La diócesis está de enhorabuena. En los tiempos en que nos toca vivir, que tres jóvenes digan SI a Dios, que tres jóvenes quieran consagrarse definitivamente a Dios y al servicio de nuestra diócesis, es para felicitarnos. El testimonio de estos tres jóvenes seminaristas debe de ser un modelo de que otra vida es posible, de que otros valores son posibles en nuestra sociedad. No todo es dinero, no todo es poder, no todo es prestigio. Generosidad, sacrificio, gratuidad, también tienen cabida en nuestro esquema de valores.
Estoy convencido que esta generosidad se multiplicará por mucho “Y todo aquel que haya dejado casas, hermanos, hermanas, padre, madre, hijos o hacienda por mi nombre, recibirá el ciento por uno y heredará la vida eterna”. (Mt. 19, 29). Es un premio que no todo el mundo entiende, pero es un premio que llena y que hace feliz al que lo recibe. Un premio multiplicado, un premio muy generoso. Hoy estos tres jóvenes, ponen por delante de todo, a Dios, ponen por delante a la diócesis, y ponen por delante a todos los cristianos, hombres y mujeres de nuestra sociedad de Navarra.
La diócesis se viste de fiesta, tres hijos suyos se acercan al sacrificio, a la entrega, al servicio. Dos al presbiterado y uno al diaconado. Siéntete invitado a esta fiesta. Es una fiesta de iglesia, de nuestra diócesis de Pamplona y Tudela. Una fiesta que reclama y necesita la presencia de todos los cristianos de la iglesia de Navarra. Es importante que se vean acompañados, que vean la presencia de cristianos en nuestra catedral de Pamplona, que junto con el presbiterio diocesano acompañemos, y elevemos una oración por Juan, por Ken y por José Humberto. Os espero a todos en la catedral de Pamplona el domingo 23 de junio a las 18,00h.
Es tiempo también de agradecer a tanta gente que ha hecho posible que estos tres puedan recibir el presbiterado y el diaconado. Gracias a los padres, a la familia, que como sus hijos han dicho Sí a Dios, sin peros ni condicionantes. Gracias a los formadores que han acompañado estos procesos vocacionales y de formación. Es un trabajo humilde, silencioso, pero constante y que también da sus frutos.
Como pastor de nuestra iglesia de Navarra serán las primeras ordenaciones que hago en la diócesis. Es un orgullo y un privilegio poder ordenar a dos sacerdotes y a un diácono. Es un signo de que la iglesia, y en nuestra diócesis también, sigue su camino de evangelización, a través de los nuevos ordenandos. Pido a Dios que el ejemplo de Juan, Ken y José Humberto despierte el interrogante en otros jóvenes y quieren entregar su vida a Dios en nuestra diócesis.