“He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra” (Lc 1,38)
- En nuestra sociedad es frecuente ver cómo las personas se ensalzan a sí mismas. ¿A qué se debe ese exceso de valoración personal?
- Todos sabemos cuándo se ha abolido la esclavitud en un país y en otro. ¿Pero han logrado las leyes que ya no haya esclavos?
- ¿Qué significa para los cristianos admitir y confesar que son esclavos o esclavas del Señor, como dijo María al ángel Gabriel?
- Aceptar ser esclavos de Dios ¿no puede llevarnos al desprecio de nuestra dignidad y al olvido de nuestros derechos?
- ¿Podemos recordar algún momento de nuestra vida en el que nos ha resultado especialmente costoso acoger la palabra de Dios?
- ¿Podemos imaginar una sociedad, una agrupación o una familia que trata de aceptar la palabra de Dios?
- ¿Agradezco al Señor que, con su gracia y la ayuda de otros hermanos, me haya facilitado aceptar su palabra en momentos difíciles de mi vida?