El Congreso Católicos y Vida Pública cumple 25 años. 25 ediciones en las que se han repasado los temas sociales y eclesiales más relevantes. La primera edición la dirigió Alfonso Bullón de Mendoza, hoy presidente de la Asociación Católica de Propagandistas y de la Fundación Universitaria San Pablo CEU y participaron personalidades como Jaime Mayor Oreja o el cardenal Antonio María Rouco Varela. Los dos también estarán presentes en la edición de este año, que se celebra del 17 al 19 de noviembre.
—¿Qué balance hace de estos 25 años?
—A través de ellos, se puede obtener una visión amplia de los grandes temas del mundo contemporáneo y de la cultura desde la perspectiva católica.
—¿Ha cambiado mucho la sociedad en este tiempo?
—La sociedad ha cambiado enormemente. Por ejemplo, el catolicismo gozaba de una posición cultural hegemónica. Se ejerciera más o menos, pero estaba ahí. Hoy en día eso ha evolucionado. Ya el propio Ratzinger planteó en su momento que el catolicismo estaría llamado a ser una especie de religión asediada. Nosotros estamos en la línea de san Pablo de expandir el Evangelio, en una línea de reevangelización, pero somos conscientes de que el mundo vive con una mezcla de indiferencia y hostilidad hacia el catolicismo. Ahora hay una cultura woke, que es especialmente agresiva. Antes se predicaba la permisividad, en estos momentos es todo lo contrario. Para que realidades minoritarias no se sientan acosadas, se prohíbe la defensa de las posturas mayoritarias. Sucede con la cuestión de la defensa de la vida o de la familia.
—No caen en la cuenta de que se puede volver en su contra.
—Recuerdo el debate constitucional de 1931, cuando se plantea en uno de los artículos que se prohíba a las órdenes religiosas ejercer la enseñanza. Hay varios diputados de la Asociación Católica de Propagandistas que se posicionan en contra, políticos de tendencias diferentes. Uno es Marcelino Oreja, que es diputado carlista. Otro es Carrasco Formiguera, nacionalista catalán, y José María Gil Robles, de la CEDA. Gil Robles denuncia que se está tratando de imponer una visión de la vida a través de la educación sin respetar aquello que los padres piensan, cuando lo importante es la opinión de los padres. Por tanto, les decía que no se quejasen si España cambiaba de bando en el futuro.
—¿Es más difícil hacer hoy la propuesta cristiana?
—Hace 25 años había un mayor conocimiento del cristianismo. Muchas veces, quedas asombrado de la falta de cultura religiosa de gran parte de la población. La Biblia, por ejemplo, es algo muy ajeno. Esto no quiere decir que los valores cristianos no sigan imperando en la sociedad. Hay un libro realmente extraordinario, del profesor Alejandro Rodríguez de la Peña, Imperios de crueldad, que plantea que el mundo ha evolucionado bien y no puede dar marcha atrás gracias al cristianismo. Por ejemplo, la Columna de Trajano en Roma muestra la crueldad de los romanos en la conquista de Dacia, actual Rumanía, también con mujeres y niños. Nadie hoy se jactaría de eso. No quiere decir que no pueda ocurrir, pero nadie iría a hacer fotografías. Esto es producto del cristianismo, porque la defensa de los débiles es algo que viene de la civilización cristiana. Estamos en una sociedad que todavía tiene gran cantidad de valores cristianos, pero es reacia a reconocer su origen.
—¿Y por qué no se admite ese sustrato cristiano cuando impregna nuestra vida diaria?
—La gente entiende que la salvación puede ser algo individual y, por tanto, puesto que es individual, pertenece a la vida privada. Pero no es así, no es cómo se expandió el cristianismo. La labor de san Pablo, uno de los grandes líderes de la humanidad, se produce porque hay una buena noticia que dar, el Evangelio. Los valores de la religión católica son valores buenos, universales y positivos para todos. Renunciar a esto es algo que no es bueno. A pesar de que el número de bautizados todavía es muy alto, el catolicismo se ve como asediado y relegado. Con todo, creo que estamos viviendo una de las épocas de mayor vitalidad de la Iglesia, con una serie de movimientos entusiastas que difunden la fe. Hakuna, Emaús… La Iglesia se ha caracterizado por su adaptación a los tiempos. El mensaje es siempre el mismo.
—¿Por qué considera que la religión católica está asediada?
—Aquí habría que distinguir entre sociedades. Hay países en los que cada año mueren miles de cristianos por profesar su fe. Hay una Iglesia en algunos lugares que está realmente perseguida y donde ser cristiano puede costar, con cierta facilidad, la vida. En otras zonas, como España, el cristianismo se debate entre la indiferencia y la hostilidad. El radicalismo que pudo haber en la Segunda República, que en algunos ámbitos todavía existe, ya no tiene fuerza. Es más bien un tema de indiferencia.
—¿Qué hacer para que la fe no quede reducida a lo privado?
—Es muy importante la vida parroquial, porque las parroquias son auténticas células católicas dentro de la sociedad. También lo es la labor a través de las instituciones educativas y la presencia en medios de comunicación.
—¿Faltan políticos católicos o referentes en la vida pública?
—Los hay, pero se ha reducido el número. También es cierto que hay un catolicismo políticamente correcto, aquellos que dicen que son cristianos, pero luego votan contra los principios de la Iglesia. Los diputados que cité antes, presentes en las Cortes de 1931, eran católicos de diferentes partidos, pero cuando hablaban sobre cuestiones que tenían que ver con la doctrina social de la Iglesia defendían lo mismo. Ahora, esto no ocurre. Los católicos que hay en los diversos partidos piensan como su partido.
—¿Qué cree que propondrían sus fundadores, el cardenal Herrera Oria y el padre Ayala?
—Lo que caracteriza tanto a Ayala como a Herrera es su apuesta por el papel de los laicos, algo que difícilmente puede ser más actual en estos momentos.