Monseñor Planellas critica el proyecto Hard Rock y llama a gobernar «sin discriminaciones y pensando sobre todo en los más débiles»
«¿Nos jugamos la vida a la apuesta de hacer el bien?», es el reto que ha lanzado el arzobispo de Tarragona, Joan Planellas i Barnosell, en su reciente carta a la feligresía, publicada ayer, domingo. Al comienzo de su texto, monseñor Planellas recuerda que «la clase política nos ha explicado que no se han podido aprobar los presupuestos de la Generalitat porque no ha habido acuerdo para la construcción de un gran complejo de ocio y de juego en nuestras comarcas —el proyecto BCN World, rebautizado como Hard Rock— y que esta es la causa ―o la excusa, quizás― del adelanto electoral para la próxima semana», preguntándose a continuación si no resulta acaso sorprendente que «el destino del dinero de la ciudadanía dependa de un casino».
El arzobispo de Tarragona parte del faraónico proyecto y de su impacto en la política catalana para reflexionar sobre el éxito de los juegos de azar: «¿Por qué a la especie humana le place tanto apostar?», inquiere. En su opinión, «quien se juega el dinero, más que por la esperanza de enriquecerse, lo hace por el placer del riesgo. Siempre ha sido tentadora la aventura: poner cinco mil euros a la ruleta, apostar a la bolsa en inversiones de gran riesgo, pulsar el acelerador hasta los ciento ochenta por una carretera estrecha, apostar para que suceda aquello que las leyes de la naturaleza no prevén», y cabe preguntarse si este pensamiento es aplicable a quienes llevan las riendas del futuro de Cataluña y de toda España. «Pero en todo esto —prosigue monseñor Planellas— falta una visión clave: la gente pobre no puede jugarse prácticamente nada y la rica, antes de satisfacer sus caprichos, podría invertir para crear nuevos puestos de trabajo éticamente decentes y ecológicamente sostenibles. Pero la realidad es tozuda y devastadora. La gente pobre se juega lo que no tiene, y la gente rica se apropia de lo que pierden los otros».
Tras citar la alabanza de la Biblia al «…rico de conducta intachable, que no corre tras el oro. ¿Quién es? Lo felicitaremos, pues ha hecho maravillas en su pueblo» en Sir 31,8-10; el libro de los Proverbios —«Hay caminos que parecen rectos y al final conducen a la muerte […] Quien guiña el ojo prepara intrigas, quien ha hecho el mal se muerde los labios […] Más vale ser paciente que valiente, dominarse que conquistar ciudades. Se tiran los dados sobre la mesa, pero la decisión viene del Señor»—; y los decretos «Tarraconenses» que los párrocos leían en los templos los días de fiesta —«decían que había que preferir el ahorro y el trabajo al juego y al azar para hacer dinero»—, el arzobispo de Tarragona centra la cuestión en las elecciones autonómicas del próximo domingo en Cataluña: «¿Nos jugamos la vida a la apuesta de hacer el bien? ¡Más no se puede arriesgar! Ojalá que los políticos que serán escogidos en las elecciones del próximo domingo se jueguen la vida al servicio de Cataluña y de toda su gente, sin discriminaciones, y pensando sobre todo en los más débiles. Será el juego más arriesgado, la aventura más apasionante de su vida. Y este proyecto, como todos los proyectos, tiene que hacerse pensando en el bien común», sentencia.