El nuncio del Papa en España ha participado en la apertura de la Asamblea General de la CONFER, que aborda hasta el jueves la cuestión de la autoridad
Después de trasladar el saludo del papa Francisco y el agradecimiento por la comunión con él, el nuncio del Santo Padre en España, Bernardito Auza, ha afirmado, en la apertura de la Asamblea General de la CONFER, que «la vida religiosa no puede vivirse sin ese sentido de obediencia que traspasa un sentido meramente práctico y funcional en una vida comunitaria».
De este modo, se ha sumado a la reflexión sobre la autoridad, la obediencia y la corresponsabilidad, tema central del encuentro. «La historia de la vida religiosa nos la muestra esa corresponsabilidad y obediencia en el punto de su propio origen como dimensión fundante», ha subrayado.
En su opinión, «profundizar qué significa el servicio de la autoridad en la vida consagrada, contribuye a ver que el cometido de la autoridad en la vida consagrada hace referencia a la persona del llamado, a la construcción de la vida comunitaria y, en particular, al desarrollo de la misión común que perpetúa el carisma específico».
Tras asegurar que el camino de la vida consagrada se hace en diálogo con la realidad, ha pedido que la vida religiosa «no tropiece en su vivencia por la falta de realidad, por una desconexión que siempre es ocasión de desviar al superior y a los miembros de una comunidad de la clave del sentido del servicio, perdiendo así un desempeño eficaz de sus carismas, todos ellos al servicio del pueblo de Dios».
La obediencia lleva a servir mejor
Por su parte, el presidente y la vicepresidenta de la CONFER, Jesús Díaz Sariego y Lourdes Perramon, han hecho una intervención conjunta en la que han defendido que la autoridad corresponsable y la obediencia «configuran y dan personalidad a la vida religiosa». «La obediencia que brota de una autoridad corresponsable nos lleva a servir más y mejor a los hombres y mujeres de nuestro tiempo», han añadido.
Así, han reconocido los desafíos que ofrecen autoridad y obediencia en un contexto social de crisis y de transformación en la vida religiosa. «El uso no adecuado de la autoridad e incluso su abuso pueden llevarnos a desvirtuar su razón de ser, a romper la vida fraterna y sororal y a traicionar lo más preciado en las relaciones humanas cuando, lejos de ayudarnos a madurar y crecer en la propia vocación, nos sesga en la capacidad de escucharnos unos a otros y de tener en cuenta la dignidad personal de cada uno», han dicho.
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