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Una mujer italiana (Cabrini): todos somos igual de dignos

Se trata de una apuesta cinematográfica con un impecable diseño de producción, que retrata con destreza la ciudad de New York de finales del siglo XIX, así como el paupérrimo barrio marginal

Francesca Cabrini es una monja italiana que vivió a finales del siglo XIX y principios del XX. La madre Cabrini luchó con amor y energía, a pesar de su débil salud, por dar un hogar y una oportunidad en la vida a los niños más desfavorecidos de Italia y, en su afán de expansión, quiso también llevar a cabo su misión en China. El Vaticano no tenía, sin embargo, tan claro ese afán expansionista hacia Oriente y, finalmente, el papa León XIII la animó a que dirigiese su labor apostólica y social hacia los niños italianos de las familias migrantes a EE. UU., que malvivían en Nueva York peor que las ratas. 

Está dirigida por Alejandro Monteverde, que estrenó recientemente Sound of Freedom (2023) y es también autor de títulos como Little Boy (2015) o Bella (2006). Se trata de una apuesta cinematográfica con un impecable diseño de producción, que retrata con destreza la ciudad de Nueva York de finales del siglo XIX, así como el paupérrimo barrio marginal, plagado de migrantes italianos, conocido como Five Point.

Una convincente Cristiana Dell’Anna en estado de gracia, y nunca mejor dicho, interpreta a una grandiosa madre Cabrini. Dell’Anna lleva a cabo un retrato muy convincente de esta monja italiana nacionalizada norteamericana, que en 1880 fundó las Hermanas Misioneras del Sagrado Corazón de Jesús, y que lideró una enorme labor asistencial a favor de los niños más desfavorecidos, cuyos trabajos pronto se extendieron por todo el mundo. En vida, la incombustible madre fundó 67 instituciones, entre hospitales, orfanatos y escuelas. Años más tarde, la madre Cabrini fue canonizada por Pío XII en 1946, convirtiéndose en la primera mujer estadounidense en llegar a los altares. Todos sus esfuerzos y trabajos la llevaron a ser venerada en todo el mundo como patrona de los inmigrantes. 

Hay en la película una interesante reflexión sobre la realidad de la migración, un aspecto tan actual y ante el que el mundo sigue perplejo y sin saber lidiar. La clave de Cabrini, que aprende de su fe, es que todos somos iguales, igual de dignos, con los mismos derechos, nadie es más que otro, todos hemos sido migrantes en algún momento y todos, sin excepción, tenemos el mismo derecho de llevar una vida digna allí donde estemos, independientemente de dónde hayamos nacido. Una idea sencilla que parece que hay que volver a aprender. La película retrata un ejemplo de empoderamiento de una mujer llena de fe que es capaz de hacer frente a autoridades políticas y eclesiásticas, e incluso enfrentarse a organizaciones criminales, para llevar a cabo su misión. Esa pasión por evangelizar China, que en vida de Cabrini se concretó en evangelizar EE. UU., nació de las lecturas que hacía su padre —a ella y a sus hermanos— de las cronologías de la propagación de la fe en China. 

La maravillosa puesta en escena, sus magistrales interpretaciones y, sobre todo, el retrato de una vida ejemplar, que da tantísimas claves para llevar una vida digna a pesar de las adversidades, la convierte en una de esas películas curativas y balsámicas que tanto escasean en el panorama cinematográfico. Una excelente elección para acudir a las salas de cine. 

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