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Caminar para explicar

Estimadas y estimados, la pasada semana, en el acto de envío que se hizo en nuestra catedral, todas las personas que ejercen como agentes de pastoral en las distintas áreas recibieron un encargo concreto y sencillo: «ir». Este «ir» supone, obviamente, un primer movimiento de ponerse en camino, pero supone, en esencia, que se participe de este movimiento desde dentro. No es ponerse en camino para ir a llevar una «cosa», sino que se trata de «ser» aquello mismo que llevamos. Y hoy, que un año más celebramos la Jornada Mundial de las Misiones, querría recordar que nuestro envío lo es siempre en la misión. Los agentes de Pastoral de nuestro arzobispado fueron enviados a la «misión». Y, en todo el mundo hay, cada año, miles de personas que al ir a la «misión» que les es encomendada se convierten en misioneras de Cristo. Algunas de estas personas sienten la llamada a hacerlo en los lugares más remotos, en lugares de misión o en lugares donde el mensaje de la Buena Nueva todavía no ha llegado o está en fase embrionaria. En el fondo no es una misión diferente, es la misma misión, vivida en forma y lugares diferentes.

El Papa Francisco, en su mensaje para este año se fija en un pasaje del relato de los discípulos de Emaús para decirnos que la Misión a la que nos llama Jesús surte efecto por ella misma, es decir, lleva la semilla evangélica dentro de ella misma. Nosotros, creyentes, somos misioneros y llevamos la misión con nosotros. A imitación de los discípulos, la presencia de Jesús anima y envía. Dice el Papa: «Cuando se les abrieron los ojos y reconocieron a Jesús “al partir el pan,” “y, levantándose en aquel momento, se volvieron a Jerusalén” (Lc 24,33). Este ir rápidamente a compartir con los otros la alegría del encuentro con el Señor, manifiesta que “la alegría del Evangelio llena el corazón y la vida de quien se encuentra con Jesús”». No es posible, pues transmitir nada si no se lleva dentro, sin sentir este impulso interior «de ir a…».

Y hoy no puedo terminar, sin mencionar a nuestros veintisiete misioneros y misioneras. Son gente de nuestra casa, de nuestras parroquias y comunidades que un día decidieron «ir a» explicar lo que creen. Digo que son «nuestras» porque han nacido en y de la Iglesia de Tarragona. Son discípulos de Jesús, como los de Emaús y, como ellos, en su vida han reconocido a Jesús, el Maestro y ya no han callado más. Porque saben que «no es posible encontrar verdaderamente a Jesús resucitado sin sentirse impulsados por el deseo de explicarlo a todo el mundo» –dice también el Papa Francisco en su mensaje. Su testimonio es imitable y por eso, pienso, que no podemos dejar de imitarlo cuando andamos por la vida, cuando transitamos por nuestros caminos, cuando explicamos quién es Jesús o cuando ayudamos a quién, quizás sin saber nada de Él, necesita una mano que le devuelva la dignidad. El principal recurso humano de la Misión que nos ha sido encomendada por Jesús son las personas, las que, discípulas de Emaús del siglo XXI, llevan su nombre al mundo, a veces hostil, a veces en situaciones oscuras.

Vuestro,

+ Joan Planellas i Barnosell

Arzobispo de Tarragona

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