El matrimonio cristiano es una vocación, una llamada de Dios, que concreta su llamada universal a la perfección del amor, recibida en el bautismo. Como la vocación al sacerdocio y a la vida consagrada, también la vocación al matrimonio necesita de un tiempo de preparación. El matrimonio es una bendición divina, un don que implica una tarea para la que se requiere una buena preparación. Su acogida lleva a dar muchos frutos de amor para la Iglesia y la sociedad.
Una preparación rápida poco antes de la celebración del matrimonio, es insuficiente -y más aún hoy- para ayudar a los que el Señor llama a casarse y a construir una familia cristiana. En las últimas décadas se han generalizado los cursillos prematrimoniales. La experiencia nos dice que los novios habitualmente quedan satisfechos de los cursillos: reciben una visión que no conocían del amor, del matrimonio, de la familia, de la Iglesia y del mismo Cristo. Pero esta preparación se encuentra habitualmente con graves carencias provenientes del proceso de la Iniciación cristiana. Es como si se quisiera rematar una casa sin cimientos. Es algo que no se puede improvisar o dar por supuesto sino que se ha de acometer de modo paciente y completo.
El Papa Francisco ha indicado que es necesario un catecumenado de preparación al sacramento del matrimonio como antídoto para evitar celebraciones nulas o inconsistentes. Con una preparación demasiado rápida y superficial, las parejas corren el riesgo real de celebrar un matrimonio nulo o con unos cimientos tan débiles que se “desmorone” en poco tiempo. Estos fracasos causan gran sufrimiento y dejan profundas heridas en las personas; algunos acaban incluso por dejar de creer en la vocación al amor, inscrita por Dios mismo en el corazón del ser humano. Como Iglesia, los pastores y toda la comunidad cristiana, tenemos el deber de acompañar con responsabilidad a quienes expresan la intención de unirse en matrimonio, para que puedan vivir con alegría, entrega y fidelidad el don de la vocación conyugal y familiar.
Hace un año, el Dicasterio para los laicos, la familia y la vida presentó el documento titulado “Itinerarios catecumenales para la vida matrimonial”. En relación con la preparación de los novios, propone un catecumenado, un itinerario que lleve a los novios a tener un encuentro con Cristo, o a profundizar en esta relación, y a hacer un auténtico discernimiento de la propia vocación conyugal, tanto a nivel personal como de pareja. Es un itinerario relativamente amplio, inspirado en el catecumenado bautismal, que les permita vivir más conscientemente el sacramento del matrimonio, a partir de una experiencia de fe y de un encuentro con Cristo vivo. Tal vez, en nuestra diócesis, no podamos ponerlo en marcha de un modo inmediato, pero sí debemos comenzar a dar los pasos que nos permitan hacerlo en un futuro no lejano.