Católicos y científicos: Ángel Santos Ruiz, por Alfonso V. Carrascosa, científico del CSIC
La Sociedad Española de Bioquímica, fue puesta en marcha por científicos católicos como Ángel Santos Ruiz (1912-2005), que en 1972 fue nombrado socio de honor de la misma. Es por ello considerado como uno de los principales protagonistas del desarrollo de la bioquímica española. Estudió bachillerato en los Escolapios de Madrid, se licenció con premio extraordinario en Farmacia (1932), se doctoró siendo dirigido por el también católico y científico Gregorio Marañón (1887-1960).
Para completar su formación científica trabajó en el extranjero con Sir Jack Drummond (1934-1935), en el Departamento de Bioquímica del University College de Londres, y después con Giraud y Fabre (1935-1936), en París, en las Facultades de Medicina y Farmacia. Años después, siendo ya catedrático universitario, hizo medicina en la Universidad de Salamanca, y se doctoró en esta especialidad en 1954. Sus investigaciones versaron sobre los temas de glutatión, oligoelementos, química vegetal, bioquímica de la germinación, bioquímica de algunos insectos (en especial de Bombyx mori), enzimas descarboxilantes, bioquímica del zinc y bioquímica de las hepatopatías experimentales. Se casó con María del Carmen Díaz Agero y tuvo cuatro hijos.
Desde febrero de 1936 se hizo cargo de la plaza de Profesor Auxiliar de la asignatura de Química Biológica, que sólo se impartía para los alumnos del doctorado en las Facultades de Ciencias, Farmacia y Medicina de la Universidad madrileña. Acabada la Guerra Civil, consiguió la cátedra de Química Biológica en 1940, y desde 1944 por recomendación suya la asignatura además de ser de doctorado comenzó a darse en la licenciatura de Farmacia. Entre otros cargos fue Asesor del Consejo Nacional de Educación, Presidente del Comité Nacional de Bioquímica, Delegado de España en la Unión Internacional de Bioquímica (IUB) y miembro fundador de la Sociedad Española de Bioquímica, Miembro de Número de la Real Academia Nacional de Medicina y de Doctores, Miembro de la Work Academy of Art and Science, de la Académie Européenne des Sciences, des Arts et des Lettres, de la New York Academy of Sciences, de las Academias Nacionales de Farmacia y de Medicina de Francia, Miembro de Honor de las Sociedades Española de Bioquímica y de Química, Grandes Cruces de Sanidad, de Alfonso X El Sabio y del Mérito Docente. Fue Doctor Honoris Causa por las universidades de la Sorbona, Cantabria, Alcalá de Henares y de Navarra. Premios: Alfonso X el Sabio del CSIC y Nacional de Farmacia del Consejo General de Colegios Oficiales de Farmacéuticos. La Real Academia Nacional de Farmacia le concedió el máximo galardón: la Medalla Carracido (en la categoría de oro).
En 1975, el premio Nobel español Severo Ochoa, dijo de él que era responsable del “mantenimiento y engrandecimiento de la llama de la bioquímica española”. En 1976 un discípulos suyo, Federico Mayor Zaragoza dijo de él: “todos los departamentos de Bioquímica que hoy proliferan en las facultades de Farmacia, Químicas, Biología, Medicina y Veterinaria tienen su raíz, directa o indirectamente, en la intuición y en el esfuerzo de este hombre inteligente, tenaz, discreto y bueno que introdujo la enseñanza de la Bioquímica en la licenciatura de Farmacia en el año 1941”. Él mismo aseveró en varias ocasiones la profunda religiosidad de su maestro: “Escudriñó con tanta pasión como serenidad el misterio de la vida. Ahora ya estará — científico riguroso y profundamente religioso al tiempo — tratando de interpretar el de la muerte y, como sucede con las estrellas, aunque haya desaparecido físicamente, su luz nos seguirá llegando para guiar, con la estela luminosa de su ejemplo, nuestros rumbos. Es el legado de quienes se han atrevido, como él, a sembrar todos los días de su vida”.
Además de un montón de artículos científicos en revistas sobre todo españolas, publicó los libros científicos de Algunos aspectos de la bioquímica de los prótidos (1948), Bioquímica de los lípidos (1950), Avances en la ciencia a través del Premio Nobel, 1957-1997 (1998) y también otros de índole menos científica como Vida y espíritu ante la ciencia de hoy (1970).
En su discurso “La vida in vitro” dio cuenta de sus creencias frente a un auditorio científico al afirmar cosas tales como La evolución orgánica debe ser
el medio previsto por el Sumo Hacedor para actualizar la Creación en el transcurso del tiempo, poniendo el broche final, al darnos un alma inmortal (Pío XII), De acuerdo con el principio teológico de economía divina, la Causalidad Trascendente debe intervenir en el proceso evolutivo de la manera más discreta posible; sólo figurará allí donde aparece por vez primera -y en forma originaria- algo esencialmente nuevo e indeducible de ninguna otra cosa. Surge, en su acción incesante y misteriosa, una cualidad que Bouyssonie ha calificado de «discreción de Dios»…Que el hombre sea capaz o no de sintetizar un ser viviente, no puede alterar en nada las circunstancias de una Génesis que se hizo sin él. En definitiva, el mundo científico está de acuerdo en el hecho de esta Génesis, en la que los sabios todo lo más que pueden hacer es indicamos algunas fases intermedias por las que pudiera haber pasado. Los creyentes debemos admitir que dicho acontecimiento ha podido seguir leyes naturales físicas y químicas, y las discrepancias surgen cuando uno inquiere las causas de aquel evento: entonces el problema se transforma en filosófico…La verdad científica se convierte en engaño a partir del instante en que se cree suficiente para explicarlo todo, sin sujetarse a otras verdades y, sobre todo, a la verdad subsistente, que es un Creador. Por encima de los fines puramente intelectuales, está la conciencia, la elección decisiva entre el bien y el mal, y la orientación profunda de la vida hacia los valores espirituales.
Los testimonios sobre sus arraigadas convicciones católicas abundan. En “Algunas notas de la personalidad humana de D. Ángel Santos Ruiz”, escrito por D. Guillermo Tena, Académico de Número de la Real Academia Nacional de Farmacia, al narrar su vieja con nuestro personaje para recibir el nombramiento de Presidente de Honor del encentro de la Sociedad Española de Toxicología, el autor nos cuenta: “Fue por consiguiente en 1987 cuando conocí en Mahón a Don Ángel y me impresionó su forma de actuar y hablar, ya que cuando le comuniqué que se le había propuesto como Presidente de Honor, dijo que si aceptaba, pero no dio importancia al nombramiento y aunque me contestó afirmativamente, su principal preocupación en aquel momento era saber, las posibilidades que existían de Oír Misa todos los días antes de comenzar los actos científicos en aquella isla. Me quedé sorprendido porque su contestación aunque repito: fue afirmativa, se habló fundamentalmente sobre la idea de Oír Misa en aquella isla antes de comenzar los actos científicos y no le dio la importancia al nombramiento que yo pensé debería haberle dado, pero en aquel momento si idea fundamental era poder Oír Misa todos los días antes de comenzar los actos científicos y por ello hice las gestiones para conseguir lo que él deseaba. No recuerdo exactamente todo lo que hablamos en aquellos momentos pero lo que sí se, es que al día siguiente, a las 8 de la mañana, estábamos los dos en el puerto de Mahón para Oír Misa y cumplir sus deseos. Hice las gestiones para que no faltara la Misa diaria y comencé a sentir admiración por aquel hombre que tenía una vocación religiosa seria y espectacular, siendo como era un científico de altísima categoría”.
Actualmente la Fundación Angel Santos Ruiz cuida de los pobres.